Leni Riefenstahl: Triumph des Willens |
Adolf Hitler y Leni Riefenstahl |
Matanza de Jonestone |
Lo que han logrado armar los nazis en el poco tiempo que llevan en el poder, es impresionante pero también tan falso como el liderazgo de Jim Jones en Guyana, cuando dejó centenares de seguidores muertos, en el momento en que su estafa quedaba al descubierto, gracias a la ingestión de un refresco con cianuro.
El siglo XX fue el escenario de
gigantescas imposturas, no por ello menos triviales, que no cesan de
reproducirse durante el XXI, como si el aprendizaje colectivo resultara
imposible. Una de las visiones recurrentes, es la del aplanamiento de los
valores, como si la indiferencia hubiera devorado la conciencia de millones de
seres humanos.
Todo es igual, nada es
mejor. (Enrique Santos Discepolo: Cambalache)
Stultorum
infinitus est numerus
(el número de tontos es infinito) rezaba el proverbio atribuido a Cicerón,
quien lo habría traducido del Eclesiastés bíblico y expresa un pronóstico
desalentador, por lo generalizado, respecto de la condición de la inteligencia
humana. No convendría esperar mucho de una especie que cuenta con un historial
de irracionalidad, torpeza y crueldad tan extenso, que impide creer que solo
sea fruto del descuido o de circunstancias externas.
Las posibilidades de hacer el bien (y
hacerlo bien, en el momento oportuno) son muchas y no siempre exigen
sacrificios heroicos de quienes lo intentan, pero las posibilidades de abortar
esos proyectos tan prometedores, en unos casos por descuido, en otros
atendiendo a las consideraciones más egoístas, parecen todavía mayores.
Robert Musil |
Quien hoy en día tenga
la audacia de hablar de la estupidez corre graves riesgos; puede interpretarse
como arrogancia (…). Por mi parte, hace ya varios años escribí: “Si la
estupidez no se asemejase perfectamente al progreso, al talento, a la esperanza
o al mejoramiento, nadie querría ser estúpido”. Esto ocurría en 1931 y nadie
pondrá en duda que incluso después, el mundo ha visto todavía progresos y
mejoras. (Robert Musil: Sobre la estupidez)
La estupidez se protege de aquellos que
podrían denunciarla, para sobrevivir y en lo posible imponerse a sus críticos.
Se camufla de algo respetable, como dice Musil, para que no la detecten o para
que si lo hacen, consideren que no tiene mayor importancia. Lo trivial es una
de esas máscaras. La modernidad es enfática respecto de lo que quiere destacar,
valga la pena reparar en ello o no. El marketing
ha desarrollado técnicas refinadísimas para seducir a millones de consumidores
y promover en cada uno de ellos necesidades que de no haber intervenido,
tampoco hubieran llegado a existir.
Las buenas intenciones o lo que se
considera intrascendente, irrelevante, enmascaran situaciones bastante menos
defendibles. Cuando alguien supone que sus actos se encuentran justificados,
levanta la barrera sobre los detalles que pueden contrariar esa imagen difusa
pero tranquilizadora. Un gobierno puede ser corrupto, pero también hace obras
(como demuestra la propaganda oficial) o protege a los desposeídos (que aceptan
cualquier limosna, en lugar de exigir Justicia).
Una gran industria minera o de crianza
de cerdos o pollos ofrece empleo a cientos de lugareños que antes de su
instalación no lo tenían, pero al mismo tiempo contamina el ambiente y
perjudica la salud de toda la comunidad. Un narcotraficante acumula millones
con la adicción de sus clientes, pero a la vez colabora con sus vecinos, a los
que convierte en sus cómplices y eficaces agentes de relaciones públicas. Rituales
vacíos de significado o dotados de un significado engañoso, indescifrable para
quienes los practican, ocupan gran parte de la existencia de la gente y
dificultan la comprensión de aquello que es relevante.
La idiotez es una
enfermedad extraordinaria; no es el enfermo el que sufre por ella, sino los
demás. (Voltaire)
Lars von Trier: Idioterne |
Participar en una celebración colectiva
de la trivialidad, como los certámenes de belleza, los paseos dominicales por
un mal, la visión de eventos
deportivos o los desfiles de moda, tal vez no consuele demasiado a nadie, pero
pone límites a la inevitable sensación de soledad que acompaña a la vida
moderna. Se trata de espectáculos vacíos, no obstante atractivos, por la
fugacidad de estímulos desconectados de la realidad, por la dificultad que
evidencia su factura, por la aprobación no cuestionada que despiertan.
No quiero ser
apocalíptico, pero el espectáculo ha tomado el lugar de la cultura. El mundo
está convertido en un enorme escenario, en un enorme show. (José Saramago)
Celebración Día de los Enamorados |
Trivia |
Al final de la sesión no se había
aprendido nada nuevo, que pudiera ser utilizado en algo concreto, ni se había
establecido ningún acuerdo productivo entre los participantes, pero al menos se
había experimentado un contacto de ningún modo conflictivo que Internet llegó
para destruir. Durante el siglo XXI, las conexiones más demandantes de los
usuarios de las redes sociales, son aquellas en las que desaparece la presencia
física de quienes participan y el medio adquiere un protagonismo capaz de
subordinar cualquier aspecto de la comunicación humana que toque.
La sociedad de los medios uniforma de
tal manera a quienes convoca, los solicita con tal intensidad, que la imagen
mítica del filme Matrix (un sistema
tecnológico automatizado, todopoderoso, eficiente, que ha sustituido a la
realidad por una hipnosis colectiva) adquiere el valor de una metáfora de la
modernidad. Es el mundo del espectáculo, desprovisto de los límites
tradicionales del espectáculo, que incluso denunciaba su falsedad, para
sustituir a la realidad y evitar que se los cuestione.
Guy Debord |
El espectáculo se
presenta como una inmensa positividad indiscutible e inaccesible. (…) La
actitud que el espectáculo exige por principio es esta aceptación pasiva que en
realidad ya ha obtenido por su manera de aparecer sin réplica, por su monopolio
de la apariencia. (Guy Debord: La sociedad del espectáculo)
Portada Life: We are de the World |
Figuras notorias de los medios se
convierten en portavoces de causas benéficas. La Princesa Diana de Gales inició
una campaña para humanizar el trato a las pacientes con VIH a mediados de los
`80, cuando no se sabía demasiado sobre las posibilidades de contagio, y luego
centró su atención en las víctimas de minas antipersonales de Angola y Bosnia,
durante los `90. Muchos de estos encuentros se hicieron a espaldas de los
medios, cosa que no puede decirse de otras figuras, cuyos gestos solidarios
quedaron cuidadosamente documentados y difundidos.
Lady Di con mina antipersonal |
Daniel Radclife, protagonista de la saga
fílmica de Harry Potter, apoya una asociación que recibe a adolescentes
homosexuales en riesgo de suicidio. La animadora Ellen Degeneres colabora con
un hogar para animales maltratados. Victoria Beckham dona a la Fundación Save
the Children, 25 vestidos de grandes diseñadores que su hija dejó de utilizar. O
el cantante Justin Beaver acepta la propuesta matrimonial de un admiradora de
ocho años, que sufre un dolencia hepática que con toda probabilidad no le
permitirá continuar con vida, como parte de una campaña de la Fundación Make-A-Wish,
que se propone convertir en realidad los deseos de niños. En el mundo actual, de
la seriedad a la trivialidad hay solo un paso.
Victoria Beckham e hija |
La gente dispone de enormes posibilidades
para contactarse con el resto del planeta, pero lo más probable es que lo haga
solo con el círculo de sus seguidores, tal como en el pasado los habitantes de
una aldea solo dialogaban con el estrecho círculo de quienes conocía de siempre
y carecían de otras perspectivas.
El cine de Hollywood se ha especializado
en abastecer la demanda de la audiencia adolescente internacional, gracias a la
escenificación de catástrofes y personajes dotados de poderes excepcionales.
Los políticos más votados suelen ser aquellos que explotan los resentimientos
colectivos y realizan promesas de mejoras en las condiciones vida que son imposibles
de cumplir. En la televisión, triunfan los reality
shows que convierten el voyeurismo de la audiencia en su principal
justificación.
En la civilización de
nuestros días es normal y casi obligatorio que la cocina y la moda ocupen buena
parte de las secciones dedicadas a la cultura y que los chefs y los modistos
tengan ahora el protagonismo que antes tenían los científicos, los compositores
y filósofos.(…) Las estrellas de la televisión y los grandes futbolistas
ejercen sobre las costumbres, los gustos y la modas, la influencia que antes
tenían los profesores, los pensadores y (antes todavía) los teólogos. (Mario
Vargas Llosa: La civilización del espectáculo)
Demasiada información, ofrecida desde
una pluralidad de fuentes simultáneas, imposibles de ser contextualizada, las
veinticuatro horas del día; espectacularización de la actualidad, que se vuelve
cada vez más trivial, para satisfacer la demanda de la audiencia, mientras que
reitera la perspectiva más simplista, para convencer de que no hace falta
buscar más y ya se lo ha expresado todo, con el objetivo de llegar a la mayor
audiencia posible, durante el mayor tiempo posible, en un proyecto ideológico
que la equipara con la ficción que ofrecen los mismos medios.
Hoy en día se habla de
una crisis de fe en el humanitarismo (…): se podría incluso hablar de un pánico
que está a punto de sustituir a la seguridad, de forma que nos sea posible
hacer avanzar nuestros asuntos en libertad y de forma racional. Y no debemos
eludirlo: esos conceptos morales (…) ya hacia la mitad del siglo XIX o poco
después no estaban en tan buenas condiciones. Lentamente fueron quedando “fuera
de uso”. (Robert Musil: Sobre la estupidez)