domingo, 29 de abril de 2012

Vida Provinciana

Felisberto Hernández
He revuelto mucho los recuerdos. (…) Les debo haber echado por encima conceptos (…) que los modificaron; los debo haber cambiado de posición, debo haber cambiado el primer golpe de vista, debo haber mirado unas cosas primero que otras, en un orden distinto al de antes, pues muchos de los que llegan a la conciencia son obligados a ser concretos y claros. Algunos me deben haber engañado con audacia, con gracia, con nuevos encantos y hasta deben haber sido sustituidos con cosas que les han ocurrido a otros, cosas que yo he visto (…) como mías. (Felisberto Hernández: Por los tiempos de Clemente Collins)

1. La memoria inventa (o si se prefiere: miente sin darse cuenta, porque no puede evitarlo) cuando ofrece su repertorio de personajes y situaciones del pasado. Después de tantas búsquedas infructuosas de recuerdos, uno se resigna a la idea de que probablemente no hay nada que sea demasiado confiable en las imágenes de su propia juventud que atesora, pero goza de la ventaja de que tal vez nadie lo contradiga cuando las falsifica.

2. He conocido otras ciudades y otras gentes que no sospechaba antes de comenzar un viaje que no he terminado y ni siquiera se planteaba como tal cuando fue iniciado. Aprendí otras lenguas, intenté acomodarme a otras costumbres. Durante muchos años, más de la mitad de mi vida, residí en países a los que me costó adaptar. No obstante los cambios que sobrellevé, continúo siendo un provinciano de este planeta.

3. Home, sweet Home. La simplificación extrema de los eslogans comerciales y las canciones populares logra instalarse en la conciencia de cada uno, como verdad suprema, una simplificación que de acuerdo a todas las evidencias miente.

4. Si el territorio natal fuera tan amable como uno lo imagina cuando se encuentra lejos, ¿quién hubiera aceptado dejarlo? ¿Quién nos hubiera obligado o tan solo invitado a dejarlo, sin hallar inmediata resistencia?

5. Nací en un barrio en los aledaños de un pueblo al que no he vuelto después de más de medio siglo, y bastante a mi pesar he terminado por reconocer el rol privilegiado que tiene en mi memoria ese lugar y esa época. Es el museo de mi infancia y mi adolescencia (también su infierno, si recuerdo con objetividad los detalles). Un territorio clausurado, inaccesible para mí, condenado a permanecer tal como fue en la memoria. Solo me permito asomarme después de tomar las debidas precauciones para que no me devore.

6. Cuando era un adolescente, los diarios, los libros y las películas se convirtieron en los vehículos que me permitían escapar de un mundo que consideraba estrecho, aunque no estuviera en condiciones de entender por qué. Fue un sacrificio que me privó del contacto con mis raíces, pero no consigo imaginar qué otra cosa hubiera podido hacer, por erradas que fueran mis decisiones. Uno se define cuando toma opciones y paga las consecuencias, no cuando las posterga.

7. La fama pueblerina es una de las situaciones más temibles que logro imaginar. Que llegado el momento de alcanzada, no haga falta ya ningún esfuerzo adicional para completarla o desmentirla, porque todos te conocen bien (o al menos creen que te conocen) y todos te aprecian (o detestan) sin posibilidad de alterar el acuerdo establecido. ¿No es lo más parecido al eterno bostezo de la muerte?

8. A pesar de lo que puedan pensar aquellos que no se encuentran en tu lugar, no hubieras podido permanecer mucho tiempo en el territorio provinciano del que saliste, convencido de que para ti al menos era un encierro inaceptable. No hay nostalgia posible en tus sentimientos, ni planes de recuperar el pasado. Cuando recuerdas lo que dejaste atrás, es para celebrar que ya no tengas nada que ver con eso.

9. En la vieja fábula de Esopo, el ratón citadino que visita al ratón campesino, le pinta a su amigo una imagen envidiable, pero distorsionada de su propia existencia. Si el diálogo resulta verosímil, si nos proyectamos en esos dos personajes tan distantes de nosotros y les atribuimos nuestros sentimientos sobre el tema, es porque comenzamos por aceptar el improbable diálogo de dos ratones que usan nuestras palabras para expresar nuestros sentimientos.

10. Tal vez no halle el espacio más adecuado para desarrollar mi potencial, ni disponga de mucho futuro en este rincón que suelo ver como un bastión contra el mundo amenazante, pero es imposible negar que el estar aquí otorga impulso y sentido a una disconformidad con la que he terminado por identificarme. Si fuera demasiado feliz, si finalmente nada me incomodara, ¿quién sería?

11. Los vecinos de su pueblo lo vigilan y (antes o después) él es también quien vigila a sus vecinos. Tiene a veces la impresión de estar encerrado en un sistema bastante laxo, pero no por ello menos eficaz cuando se trata de reprimir a la gente (como podría ser también para ayudarla). Sin duda, es el guardián de aquellos que sin embargo lo controlan. Puede parecer a veces que se queja, pero no halla una manera mejor de sentirse acompañado.

12. Tarde o temprano, la experiencia de formar parte de un grupo humano que se consolidó hace tiempo, suele suministrar el impulso más adecuado para quien trate de hallar su propio camino, desafiando las convenciones de la mayoría. Cuando alguien experimenta la estabilidad, no tarda en buscar el desequilibrio.

13. Vivir en una gran ciudad, rodeado (diré mejor, asediado) por la vecindad de millones de desconocidos que no prestan atención al resto, parece ser la forma ideal de aislarse para todos ellos, hasta que la soledad se les revela como un ahogo intolerable, que no saben cómo controlar.

14. Vivía pegada a la ventana, detrás de cortinas que impedían reconocer su presencia, con el objeto de averiguar los movimientos de los vecinos que pasaban frente a su casa. En el Panóptico de Bentham, el carcelero tenía la misión de vigilar a los presos. La vecina escondida aceptó convertirse en prisionera de aquellos que espiaba, aquellos que a pesar de su desconfianza daban sentido a su vida.

15. Provincianas en el interior de la provincia: las mujeres del barrio vivían hace medio siglo su aislamiento en el hogar, sin disfrutarlo ni protestar. Hubieran debido ser tontas para aceptar lo primero y demasiado arriesgadas para intentar lo segundo. Los tiempos estaban cambiando. Esa era toda su esperanza, aunque la vida se les fuera sin ver los resultados.

16. Después de vivir en el anonimato habitual de las grandes ciudades, ¿te adaptarías a la sobreexposición interminable del pueblo, donde todo lo que existe llegó a ser lo que es, poco a poco y sin otras interrupciones que las fallas de memoria?

17. Tu regreso no les hace ninguna falta a tus coterráneos y probablemente no habrían de recibirte con los brazos abiertos, porque llevas contigo la marca de la distancia, como la señal delatora del crimen, que Dios puso en la frente de Caín y nadie puede quitar.

18. El que se fue no hace falta / (…) en el juego de la vida / unos vienen y otros van, proclaman los versos del guaguancó de Tito Rodríguez. Suena cruel para quienes se atormentan pensando que podrían regresar con las mejores intenciones, aunque no les convenga, pero al menos confirma el sentimiento generalizado de aquellos que por falta de oportunidades o iniciativas se quedaron.

19. No hay que mirar atrás, advierten los mitos. La mujer de Lot queda convertida en estatua de sal. Orfeo pierde definitivamente a su mujer en el Infierno. Una vez que alguien se aleja del territorio en el que por el azar de nacer hubiera debido permanecer, cualquier nostalgia está de más.
Ulises contra los pretendientes de Penélope

20. Después de colaborar en la ruina de la invencible ciudad de Troya, Ulises descubre que nada le importa más que regresar a Itaca, su isla natal, donde lo aguardan su esposa, su hijo, las tareas nada gloriosas de todos los días. Antes de partir para Troya, Itaca no pasaba de significar el encierro de una rutina doméstica, probablemente fácil de sobrellevar, pero indigna del potencial de alguien como él. Cuando está lejos, Ítaca se convierte en la visión del paraíso inalcanzable para un héroe, que debe luchar contra los hombres y los dioses para recuperarlo.

21. Según Fray Luis de León: ¡Oh, descansada vida / la que huye del mundanal ruido / y sigue la escondida senda / por donde han ido / los pocos sabios / que en este mundo han sido! Intenta despojarte de los hábitos de la vida en sociedad y pronto verás cómo te mueres de tedio, antes de que ningún sabio se te cruce en el camino, para intentar convencerte de lo que has ganado, al perder aquello que realmente deseabas.

22. Según Eduardo Galeano, si Beethoven hubiera nacido en Tacuarembó (una localidad uruguaya) habría llegado a ser director de la banda municipal. Por suerte para él, no es demasiado probable que en tal caso tuviera ninguna conciencia de ser Beethoven.

23. En un pueblo de provincia, las tres hermanas de Anton Chejov languidecen por la distancia que las separa de la civilizada Moscú. Si estuvieran en Moscú, probablemente suspirarían por la cosmopolita San Petersburgo. Si estuvieran en San Petersburgo, desearían estar en Paris. La felicidad es imposible para quienes se niegan a reconocer el territorio de sus verdaderos conflictos.

24. ¿Acaso en el mundo actual, avasallado por la red de comunicaciones instantáneas, queda en pie algo que pueda ser denominado como vida provinciana? Probablemente sí, la convicción de ser espectadores de un drama que ocurre siempre en otra parte y recuerda (como si hiciera falta) que uno está al margen de aquello que lo conmueve. Eso no ha cambiado. Eso se ha vuelto más urgente y ofensivo que un siglo antes.