100 exploraciones imaginarias de este blog

Cuando comencé a escribir este blog, no tenía la menor idea de qué dimensiones alcanzaría. Dejé San Pedro a los 17 años y desde entonces han pasado 60. He regresado a San Pedro media docena de veces, nunca por lapsos mayores a una jornada. La mayor parte de mi vida ha discurrido en otros territorios, dentro y fuera de Argentina. La infancia y la adolescencia tienen (no hace falta argumentarlo) un peso decisivo en la memoria de cualquiera, pero no hay manera de prever cuántos elementos utilizables en un texto incluye.
En la actualidad, los mapas de Google me permiten reconocer en la pantalla de computador mi ciudad natal desde el aire, y lograr suficiente acercamiento para distinguir objetos del tamaño de automóviles. Puedo recorrerla también desde tierra, en un viaje similar al que yo hacía tanto tiempo atrás en bicicleta, solo que ahora me está permitido hacerlo sentado, frenta a la pantalla del computador, por las calles de un único día de verano del 2013.
Es una sensación extraña, la de moverse o detenerse de acuerdo a las órdenes que imparte mi teclado, por un paisaje donde todo se encuentra detenido. Lo he comparado con La Invención de Morel, la novela premonitoria de Adolfo Bioy Casares: la gente y los edificios parecen reales para los ojos del observador y sin embargo son el fruto de un artificio que permite repetir la misma experiencia, solo esa, tantas veces como lo ponga en acción.
Aunque no existiera Google, la escritura de este blog puede ser vista como un repetido viaje por la memoria de San Pedro, que cosecha distintos materiales en cada intento. A veces encuentro personajes que me marcaron a mí (y probablemente no le interesan a nadie más, como es el caso de mi familia), a veces encuentro situaciones que experimenté o no, entre ellas algunas que gracias a la distancia y la investigación han adquirido un peso que en su momento yo no era capaz de apreciar.
En este momento, un centenar de artículos después de haber iniciado este blog, carezco de un plan que me permita saber cuándo lo cerraré. Más de una vez he creído que no tenía nada más que investigar y al cabo de unos días me vi obligado a reconocer que estaba equivocado. Por lo tanto, estoy como al comienzo. Mientras redacto estas líneas, hay una decena de artículos que se encuentran en desarrollo. Ninguno es de actualidad, motivo por el cual pueden demorarse tanto como las dificultades de escritura lo requieran.
Confío encontrar algún lector, aun que no me responda. Esa esperanza tan absurda, es la que nos mueve a todos aquellos que escribimos.

Oscar Garaycochea

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