Carta a mis lectores

¿Qué es la patria? Los sabores y colores de la infancia. (Lin Yutang)
A veces, creo que esta columna referida a mi distante infancia y adolescencia en San Pedro, una comunidad provinciana de Argentina, hace más de medio siglo, llegará inevitablemente a su fin, después de más de sesenta artículos, porque los recuerdos personales y las historias que amigos y parientes me contaron, están prontos a agotarse, o al menos porque aquellos temas que me autorizo a mencionar en público, no pueden ser revisados nuevamente desde otra perspectiva que lo justifique. En suma, porque no me queda nada por decir.
Luego, pasada una semana o varias, despierto con la sensación de que mi anterior presunción estaba errada, porque nuevas imágenes del pasado surgen, allí donde creí haber asistido a su completa extinción.
No es tampoco improbable que a lo largo de tres años, sea yo quien haya cambiado tanto, que me cuesta convencerme de ser el mismo que decidió escribir un blog. Al comienzo, me identificaba con el cansado Ulises que llega a Itaca de incógnito y observa el territorio y la gente que dejó veinte años antes y ha continuado existiendo sin él, que podría continuar sin él.
No envejecí mucho más de lo que resultaba evidente cuando comencé a escribir estas crónicas, pero mis perspectivas de vida no son las mismas de antes. Hoy me acomodo a vivir con una enfermedad que debo respetar y no hace más que subrayar un límite de los proyectos humanos que ya estaba presente cuando me consideraba sano. En algún momento hay que morir y a cierta edad eso que no nos agrada, resulta imposible de ignorar. Ahora, por mis años y el cáncer, me dedico a ordenar la casa, reduciendo o reorientando actividades que no considero fundamentales.
Cuando comencé a redactar este blog, lo confieso, no pensé demasiado en la respuesta que podía obtener de mis lectores. No sabía quiénes podían ser ellos, si acaso existían, ni cuántos eran. Tampoco imaginé sus características: el lugar desde donde lo leerían, la forma en que habrían de recibirlo, ni los temas que llamarían su atención.
Tengo otros blogs, con decenas de miles de lectores, por lo tanto más eficaces en el momento de comprobar la eficacia de sus objetivos comunicacionales, pero este era el más íntimo, aquel en el que más me arriesgaba.
Explorar el rincón mal iluminado que denominamos olvido, para averiguar qué aparece debajo de tanto polvo que todo lo asemeja, cuán completo o fragmentado se encuentra a pesar del tiempo transcurrido, cómo se conecta p no con otras partes que llegan antes o después a la conciencia, era una aventura impensable en la época en que los blogs no existían. ¿Qué periódico le hubiera concedido una columna a estos recuerdos de hace medio siglo? ¿Qué editor hubiera arriesgado armar un libro con un material que promete interesar a unos pocos?
Un blog suele ser una publicación muy poco estructurada, que crece de acuerdo a las cambiantes energías del autor y la respuesta que obtiene de la audiencia. Se forma por acumulación, al margen de cualquier periodicidad de publicación. En mi caso, se trata de apuntes autobiografía que no me tienen como el centro, porque después de todo ¿quién soy yo, para justificar la edición de un libro o la publicación de una columna periodística? ¿Qué amigo o pariente hubiera tolerado este monólogo de los recuerdos sin aburrirse?
Al publicar el blog, sin un plan preciso, como anuncia el título, comprobé que algunos lectores llegaban, no necesariamente del sitio previsto, ni detrás de los temas que más me preocupaban. Cuando observo las estadísticas, advierto que el artículo sobre las orquestas de señoritas duplican la convocatoria de otros artículos. El blog que publiqué al enterarme de la muerte de una de mis tías, es el más leído de todos aquellos en los que analicé asuntos muy sensibles para mí, como la situación de mis padres y otros familiares cercanos. No creo que hubiera comenzado a escribir este blog sin esas experiencias, pero a mis lectores poco les importa eso y tienen razón. Todos la tenemos, cada uno desde su perspectiva. Los dramas en los que estuve involucrado son fundamentales para mí, mientras las circunstancias históricas de las que fui testigo, son aquellas que pueden convocar la atención del resto del mundo.
Los lectores de Argentina son la mayoría, los de América del Sur superan a los de otros continentes, pero también hay sorpresas. A veces, me entero de un bloque de lectores norteamericanos, franceses o (lo menos explicable para mí) rusos que llega a un artículo, en el curso de un mismo día, nunca sabré si por el azar de los buscadores, por el título de una ilustración o detrás de algunos de los temas que se encuentran anunciados.
Gracias a Internet inicié un diálogo con una persona que ha vivido todo el tiempo en la misma ciudad que yo abandoné a los 17 años, alguien a quien conocí durante mi infancia, cuya existencia no recordaba, porque uno suele ir depositando en la memoria, donde ya no se miran, las etapas que supone dejó atrás. Hoy le agradezco esa respuesta, que no se corresponde con lo habitual en la red, donde muchos leen y pocos toman la iniciativa de responder, porque me ha alentado a continuar esta tarea inacabada, inacabable, que no tiene mayor importancia y apenas sirve para sentir que lo pasado no fue del todo en vano.

O.G.

P.S. 2014
Dos años más tarde y después de cinco visitas obligadas al quirófano, que en algún momento me hicieron sospechar que hasta allí nomás llegaba, sigo con ganas de escribir y descubriendo nuevos temas que podría estudiar, con el objeto de incluirlos en este blog. No puedo creerme inmortal, pero tampoco estoy tan liquidado como pensé.
De algunos artículos ya publicados y corregidos, surge cuando menos lo pienso un asunto que reclama ser investigado y desarrollado, por simple curiosidad, para descubrir adónde me conduce. En esos momentos, tengo la impresión de que sigo en este mundo, porque aún puedo prestar atención a personajes y situaciones que demandan de mí que les dé existencia mediante la escritura de unas pocas páginas.
Cada vez el blog sobre mis primeros años resulta menos personal, advierto y no me lamento por ello. Esa debe ser la razón fundamental que explica el incremento de lectores provenientes de lugares lejanos. Cuando he hablado de los míos, de mis preocupaciones, pocos lectores se han asomado. Cuando intenté describir circunstancias de las que fui contemporáneo, el interés de mis visitantes ha quedado en evidencia. No estoy obligado a plegarme a la demanda del mercado, pero tampoco me satisface hablar solo.
El adiestramiento en el uso del escáner, me ha permitido recuperar imágenes en las que no había pensado hasta no hace mucho. Probablemente en el futuro incluya videos de filmes que tanto me marcaron. En resumen, lejos de agotarse, como suponía hace dos años, este blog sigue creciendo. Ignoro hasta cuándo.

 Escribo, porque cuando digo yo, no sé quién es ese yo que dice yo. (Jacques Derrida)
O.G.

P.S. 2017
Tras duplicar el número de artículos que había publicado en 2012, este blog sigue creciendo en ciertas direcciones, mientras permanece detenido en otras. Ahora suelo escribir sobre asuntos generales, que requieren dos, tres y cuatro partes. No he comenzado aún a incluir videos, como prometía hace tres años. En algunos casos he sentido la tentación de ampliar con comentarios y citas recién descubiertas, artículos más breves que fueron publicados hace tiempo y en la actualidad, gracias a la distancia, revelan detalles a los que no había prestado suficiente atención. El material de mi historia familiar se agotó y no tengo la menor intención de explorar lo sucedido a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. No diré que no vale la pena. Eso duele aún demasiado.
¿Hasta cuándo continuaré escribiendo? No lo sé. Voy a cumplir 80 años y los tropiezos que puede sufrir mi memoria corta, gracias a la ayuda que me suministra Internet, no afectan a la memoria larga. Aquí estoy aún, viendo hasta cuándo.

O.G.

P.S. 2019
Hace tres meses enviudé, tras medio siglo de vivir en pareja. Fue un golpe, precedido por tantos otros, a lo largo de la atroz enfermedad de mi esposa, que no me imaginé capaz de sobrevivir, como tampoco me imaginé capaz de aprender todo lo que enseña el cuidado de alguien que ha decidido irse. El dolor a veces intolerable me estaba preparando para lo que me reste de vida. Nunca será mucha, pero no lo esperaba. Aquí estoy, publicando en este blog y otros similares, para demostrarme que golpeado y arrugado, aún existo.

O.G.

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