Agradecimientos personales



He sido muy feliz, de tantos modos contradictorios, en compañía de tanta gente inigualable, que tiendo a no pensar en ello. Por eso tampoco lo menciono y debo dar la impresión de haber olvidado esa experiencia, tal vez distante pero decisiva.


 
  1. Gracias doy a los vecinos de mi barrio natal, por no haberme cerrado las puertas de sus casas, que frecuenté como si fueran la mía durante la infancia, mientras buscaba la información que daría forma a mi visión del mundo, incompleta y defectuosa, pero sin duda propia.
  2. Gracias doy a mis amigos de infancia, que no podían ser muchos, y a los que de todos modos fui dando la espalda a medida que crecía. Debieron haberme ayudado a crecer, demostrándose tan generosos que no reclamaban fidelidad.
  3. Gracias le doy a mi padre por no haberme golpeado nunca, a pesar de denigrarme con su mala opinión sobre mi capacidad de mantenerme a mí mismo en el futuro.  Eso me forzó tempranamente a componérmelas sin ayuda de nadie, en el el peor de los casos.
  4. Pensándolo mejor, de haberme golpeado alguna vez mi padre, me habría obligado a responderle de un modo u otro, y eso hubiera reforzado mi autoestima, pese a lo que diga Dostoyevski.
  5. Gracias le doy a mi madre por no haber intentado convertirme en una réplica penosa del pequeño Lord Fauntleroy, figura mítica del niño perfecto que obsesionaba a las mujeres de su época. Ella era más aterrizada y (sobre todo) no se hacía demasiadas ilusiones respecto de mí.
  6. Gracias a mis tíos y tías que me protegieron cuando no conseguía entender que no iba a recibir esa misma contención emocional de mis padres, enzarzados en un conflicto que ocupaba toda su atención y no iban a resolver nunca.
  7. Gracias doy a todos los adultos, que tuvieron paciencia y me trataron de igual a igual, cuando yo era un chico insoportable que preguntaba por qué todo el tiempo. Esa era mi manera de reclamar afecto y esa la respuesta que recibí.
  8. Gracias doy a mi director de escuela primaria que nos humillaba a todos los escolares por igual, con sus aparentes lecciones de urbanidad (que ninguno de nosotros había nacido sabiendo y era su deber enseñar) porque sembró una indignación ante la crueldad del Poder que me acompaña hasta la fecha.
  9. Gracias doy a los profesores de Secundaria, que me toleraron y me permitieron ganarme un espacio, a pesar de mi colección de handicaps (desde la tartamudez a la deficiente autoestima). Ahora que enseño, trato de tener la misma paciencia con mis estudiantes que llegan a la sala de emergencia que es una clase.
  10. Gracias doy a las bibliotecas públicas que frecuenté, librándome de la aspiración a considerarme dueño de los libros que me interesaban y abriéndome el apetito por más información de la que estaba disponible para todo el mundo.
  11. Gracias doy a los directores de semanarios pueblerinos, que aceptaron publicar los artículos de un adolescente que firmaba con seudónimo y solo estaba buscando convencerse de que le estaba deparado otro destino que el comercio para el que lo habían preparado.
  12. Gracias doy a la Universidad que me ofreció una carrera sin demasiado futuro, permitiéndome al mismo tiempo que me preparara para otras actividades que ocuparon el resto de mi vida y no necesitaban estar reconocidas por ningún diploma.
  13. Gracias doy a varios amigos de juventud, que se esfumaron cuando los necesité, porque me demostraron la necesidad de ser más cauto al considerar con quiénes podía contar en los momentos difíciles. No es un aprendizaje agradable, pero todavía peor sería mantenerme en la ignorancia de su mezquindad.
  14. Gracias doy a los adversarios que me gané desde muy temprano, a veces por razones inexplicables, que me impedían disculparlos. Ellos me demostraron en buena hora que no iba a tener nada regalado (por ejemplo el respeto o la tolerancia) y nada de eso me detendría.

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