¡Alpargatas sí, libros
no! (Anónimo)
Juan Domingo Perón |
En la Nueva Argentina,
los únicos privilegiados son los niños. (Juan Domingo Perón)
República de los Niños (La Plata) |
Cuando uno descubría esa discrepancia
reiterada, convertida en sistema, tendía a interpretar el discurso ajeno como el
signo o la huella de algo distinto, incluso opuesto a lo que se planteaba,
aunque también podía ser la representación de algo inexistente, fruto exclusivo
de una propaganda que se volvía desconfiable. A partir de esa experiencia
temprana, al enfrentar cualquier slogan uno se preguntaba: ¿Quiénes están
detrás de esto? ¿De qué tratan de convencerme? ¿Qué salen ganando si lo acepto?
Gary Cooper |
Perón votando |
En medio del caos que
opera en el mundo fluctuante entre el individualismo y el colectivismo,
nosotros adoptamos un sistema intermedio, cuyo instrumento básico es la
justicia social. (Juan Domingo Perón)
Bastaba que la maquinaria estatal
pusiera un slogan en circulación, se
sabía desde el uso de la propaganda soviética o alemana de los años ´30, para
que adquiriera algo parecido a la realidad. Pasaba a incorporarse como un
automatismo, que algunos reproducían por convicción, otros por inercia y muchos
por temor. Ese momento del siglo XX era propicio para la elaboración y difusión
de slogans, utilizando los medios
masivos, como hacía el Subsecretario de Prensa y Difusión, Raúl Apold, o en privado,
bajo la forma de rumores imposibles de controlar para el Estado.
Los rumores anónimos eran una
herramienta eficacísima de la actividad opositora, y el gobierno los denostaba públicamente,
como instrumentos desestabilizadores, que causaban un daño no inferior al
sabotaje. Dando la espalda a una prensa administrada por funcionarios de
confianza del régimen o preocupada de no irritar demasiado a quienes detentaban
el poder, el rumor podía ser desinformado, indemostrable o malintencionado,
pero no perdía por ello su eficacia desmoralizadora. ¿Cómo se podía luchar
contra eso? Con más propaganda.
Nosotros no pretendemos
que todos nos amen, pero tenemos el derecho de exigir que nos obedezcan. (Juan
Domingo Perón)
Ser esquemático era una forma válida de
vivir y expresarse. Aquel que reciclara el discurso proveniente del poder,
obtenía recompensas de todo tipo, mientras que el intento de eludir el
esquematismo resultaba sospechoso y exponía a la marginación a quien lo
planteara. Las afirmaciones perentorias recibían mayor atención, aunque no
pasaran de ser palabras sin fundamento, como demostraba la realidad a cada
rato.
Por cada uno de los
nuestros que caiga, caerán cinco de ellos. (Juan Domingo Perón)
Tapa de Clarín, 1955 |
No obstante el slogan de “Ni vencedores ni vencidos” del general Eduardo Lonardi, el
peronismo fue proscripto durante años, tal como había pasado con el radicalismo
una generación antes, en el curso de la Década Infame. Los slogans intentaban, entonces como ahora, tapar el sol con un dedo,
aplastar las evidencias de una realidad que no coincide con el discurso oficial
o simular un discurso que no tenía nada propio.
A veces, una frase no meditada, incluso
involuntaria, pero ingeniosa o reveladora, llegaba a ser recordada y repetida,
por el acierto (o el desacierto) con que interpretaba la realidad:
Tenemos que dejar de
robar por dos años. (Luis Barrionuevo)
El peronismo triunfará
conmigo o sinmigo. (Herminio Iglesias)
Se puede callar el absurdo del mundo
cotidiano, se puede reír de él, como hacía (sistemáticamente) la revista Tía
Vicenta (o por descuido, como en el caso de los dirigentes políticos que se
exponen ante los medios) puesto que ni siquiera tiene mucho sentido indignarse
o reclamar una actitud racional, porque no se conseguirá nada. A la gente de
mediados del siglo XX le tocó vivir, sin duda, una época de repetidos desengaños
e incredulidad generalizada, que se manifestaba no solo en áreas del pensamiento
tan elevadas como el arte y la filosofía, sino en los actos menos trascendentes
de la vida cotidiana, por el común de la gente.
Hay que pasar el
invierno. (Álvaro Alsogaray)
La gente nunca tuvo más
plata que ahora. (Martínez de Hoz)
1984 |
Cada vez que Winston Smith, el
protagonista de 1984 mira la fachada del Ministerio de la Verdad (en realidad,
Ministerio de Propaganda) donde él trabaja, encargado de funciones subalternas,
tiene que leer las consignas del Partido único que ha llegado al poder y por
ningún motivo está dispuesto a perderlo:
LA GUERRA ES LA PAZ.
LA LIBERTAD ES LA
ESCLAVITUD.
LA IGNORANCIA ES LA
FUERZA. (George Orwell: 1984)
Los opuestos se han equiparado en esta
ficción, más allá del Todo da igual / Nada es mejor que incluye la letra del
tango Cambalache de Enrique Santos
Discépolo o el Anything goes de Cole
Porter, un par de canciones que grafican de manera insuperable el escepticismo
de los años `30, nacido de una crisis económica internacional, que desembocaría
en la Segunda Guerra Mundial. El absurdo impone slogans que derriban los estrechos límites del pensamiento racional.
Supone que habrá de aceptarse aquello que ofrece opciones, sin tomar en cuenta
que sea falso, y precisamente porque es falso y no sostiene el menor análisis.
Estamos mal, pero vamos
bien. (Carlos Saúl Menem)
Orwell no fue un clarividente
(Inglaterra no es un Estado fascista hasta la fecha y acaba de separarse de la
Unión Europea, por desconfiar de los países vecinos) pero sus advertencias
sobre el auge del autoritarismo en medio de la modernidad, que se anuncia
liberal y democrática, pero dista de serlo, son imposibles de ignorar. Las
palabras del discurso oficial, que llega a todos simultáneamente gracias a los
medios, confunden y seducen a quienes se sienten acosados por las apreturas de
la vida cotidiana, probablemente no le encuentran mucho sentido a nada y supone
que algún milagro sucederá. Pueden ser aceptadas, finalmente, por simple inercia,
porque se reiteran, como argumentó Joseph Goebbels, el Ministro de la
Ilustración Pública y Propaganda nazi.
Gran Hermano (reality show) |
Los ganadores de estos certámenes, por
atractivos que hayan sido en algún momento para la audiencia masiva, de todos
modos se encuentran condenados al olvido al cabo de un tiempo muy corto. Protagonizan
un momento, durante el cual exponen su intimidad, revelan sus secretos, y luego
son desechados por los mismos medios que los convocaron, porque las mediciones
del rating demuestran han agotado su
potencial de entretener y se vuelve urgente reemplazarlos. Para la modernidad, no
hay nada que pueda considerarse sagrado, ni digno de respeto; no hay acuerdos
ni promesas que no se traicionen, cuando haya ganancias de por medio.
Tapa de Clarín |
Un militar y abogado designado durante
los años ´70, por sus colegas uniformados entonces en el poder, como gobernador
de la provincia de Buenos Aires, era capaz de plantear sin atisbos de eufemismos,
los objetivos de su cargo y probablemente los de su vida entera. Son ideas
precisas, claras, irrebatibles.
Primero vamos a matar a
todos los subversivos; después, a sus colaboradores; después, a los
simpatizantes; después a los indiferentes. Y por último, a los tímidos.
(General Ibérico Manuel Saint Jean)
Los nazis habían utilizado la expresión
“Solución Final” para referirse con un eufemismo la decisión de exterminar a millones
de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. El doctor Josef Mengele había
puesto la excusa de experimentos científicos para lograr el mismo objetivo,
aunque en menor escala. A medida que el siglo XX avanzaba, ese pudor en el
tratamiento del adversario, que no logra disminuir el horror del crimen, no
dudó en ser puesto de lado por quienes debían estar convencidos de la
trascendencia de la actividad sucia que emprendían y tarde o temprano sería
reconocida por la comunidad. Para Saint Jean el exterminio de aquellos a quienes
designaba como los enemigos de la patria, era posible, necesario y no requería
de mayores justificaciones.
A mi juicio, el destino
de la especie humana será decidido por la circunstancia de si (…) el desarrollo
cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva
emanadas del instinto de agresión y de autodestrucción. En este sentido, la
época actual quizás merezca nuestro particular interés. Nuestros contemporáneos
han llegado a tal extremo en el dominio de las fuerzas elementales, que con su
ayuda les sería muy fácil exterminarse mutuamente, hasta el último hombre. (Sigmund
Freud: El malestar en la cultura)
No conviene
despreciar el poder de un slogan. Tampoco
conviene esperar demasiado de él, porque tarde o temprano la realidad lo
confronta y no siempre sale bien parado. Un par de palabras pueden resumir el
estado de ánimo de gran parte de un país, como sucedió en Argentina en 1983,
tras el fin de una dolorosa etapa de gobierno militar: “Nunca más”.