Diego Maradona tocando la pelota |
Vino la revolución [de 1930],
lo echaron a Yrigoyen, lo metieron preso, hacen unas investigaciones en que le
revisaron hasta los colchones a los acusados, y a ninguno pudo probarles nada.
(…) Esta lección deberá ser terrible para los argentinos, porque después cuando
murió, un millón de personas fueron a acompañarle. Un millón que faltó a la
plaza de la revolución. (Juan Domingo Perón)
Reaccionar tarde ante la injusticia o no reaccionar nunca.
Aceptar de hecho, pero tardíamente, lo que hubiera debido rechazarse en su
oportunidad. El infierno de la conciencia que revisa lo vivido y busca
alternativas contrafácticas, porque no se encuentra satisfecha, atormenta a
unos, mientras deja indiferentes a otros.
Cuando Diego Armando Maradona marca el gol que quiebra el
empate, durante el partido de Argentina con Inglaterra, en los cuartos de final
de la Copa Mundial de Fútbol de 1986, habla de su cabezazo y la mano de Dios
que lo habrían ayudado a concretar esa victoria celebrada por todo el país. La frase fue repetida y aceptada miles de veces. Pasó a
identificar una particular característica nacional, que de ningún modo se
desdeñaba: la rapidez para aprovechar las oportunidades, sin atender a reglas
establecidas, con tal de obtener lo que se desea. Años más tarde, el futbolista suministró
una versión más plausible, también perturbadora por los valores implicados, que no constituía una sorpresa para nadie:
Ahora sí puedo contar lo que en
aquel momento no podía. (…) Qué mano de Dios, ¡fue la mano de Diego! Y fue como
robarle la billetera a los ingleses también. (Diego Armando Maradona: Yo soy
Diego Armando Maradona)
Allí donde el ámbito de la la ciencia revelaba incapaz de suministrar modelos de héroes civiles destacados por su intelecto, por su integridad moral, que estuvieran a la altura de los héroes militares del pasado, el deporte los planteaba a cada rato, sin examinar demasiado a los personajes que exaltaba, porque de otro modo no hubiera encontrado tema suficiente para justificar el enorme espacio que otorgaban a sus hazañas los medios. A veces podían ser figuras efímeras, responsables de aciertos tan olvidables como patear un penal o dejar knock out al adversario, que a veces aparecían caracterizadas por la desmesura de sus actos.
Vito Dumas |
Vito Dumas era un navegante solitario, que había dado la
vuelta al mundo durante la Segunda Guerra Mundial, después de varios intentos
infructuosos. ¿Por qué lo hacía? No era un proyecto sensato, sobre todo para
ser ejecutado por un hombre maduro, que carecía de sponsors y colaboradores. La prensa gráfica era el único medio que
podía difundir su esfuerzo, después de haber ocurrido. Cuando nos hablaban de
sus hazañas, no era para que los imitáramos. Eso hubiera sido lo mismo que
proponer a los escolares escribir un poema que pudiera compararse con el Martín
Fierro.
Voy en esta época materialista,
a realizar una empresa romántica, para ejemplo de la juventud. (Vito Dumas)
Los deportistas de entonces alcanzaban dimensiones míticas,
gracias a la grandiosidad de las hazañas que intentaban y también gracias a la
distancia que mantenían respecto de sus seguidores. Eran fascinantes porque, a
diferencia de lo que pasa hoy, cuando hay decenas o miles de cámaras de aficionados
y profesionales que registran cada segundo de un desempeño que puede
interesarle a la gente, por entonces el evento no se podía presenciar en tiempo
real ningún desempeño deportivo. Un periodista debía mediar para que los
admiradores recibieran la información que él procesaba.
Pedro Candioti |
Los héroes modernos propuestos a la sociedad nacional, podían
ser figuras de la industria o la cultura. Grandes intelectuales españoles, se
habían exiliado en Argentina tras la derrota de la República por el franquismo.
Algo parecido sucedió con los judíos perseguidos por el nazismo. Aunque el
gobierno simpatizara con los sectores más reaccionarios de Europa, los
refugiados hallaron en las comunidades de inmigrantes que habían llegado antes,
el apoyo que necesitaban para rehacer sus vidas.
Ladislao Biro |
A mediados del siglo XX, la escritura con plumas metálicas,
que dejaba manchones incómodos en cuadernos y uniformes escolares, pasó a ser
cosa del pasado, gracias a la difusión del bolígrafo, invento de un inmigrante
húngaro llegado a Argentina, Ladislao Biró, que iba a alterar también la forma
de aplicar desodorantes.
Tal vez el peronismo tuviera algo que ver con el proyecto de
hacernos adquirir conciencia de nuestro potencial creativo, lo mismo daba si
alimentándonos con datos reales o con simple mitología. Durante demasiado
tiempo, la mentalidad colonial había logrado convencer a la gente de que el té
importado por los ingleses de la India, era infinitamente superior al Taragüí
de la provincia de Corrientes.
Las comunidades necesitan emblemas que les otorguen cierta
homogeneidad. A partir de personajes, situaciones y objetos que adoptan como
factor común que las identifica, se sienten en posibilidad de enfrentar a otras
comunidades, proclamando la satisfacción de ser quienes son. Eso explica
respuestas tan disímiles como el fanatismo deportivo, el fervor patrio y el
chauvinismo. Sentirse miembro de un grupo es un reclamo sentido de seres
humanos pertenecientes a los más opuestos sectores de la sociedad y los más
dispares niveles intelectuales.
A mediados del siglo XX, a los niños se les decía que debían
sentirse orgullosos de haber nacido en un rincón del planeta bendecido por
Dios, que vivía en paz y alimentaba a una Europa depauperada por un par de
guerras atroces. Que Argentina fuera el granero del mundo, era una frase hecha
que sonaba bien y se la oía con frecuencia, desde la escuela primaria a los
programas radiales. Hacía que uno se sintiera responsable de salvar las vidas
de millones de desconocidos, que estúpidamente se habían dedicado a destruirse
unos a otros.
La ejemplaridad de los deportistas del pasado, se encontraba
directamente relacionada con sus hazañas profesionales, y a diferencia de lo
que pasa en la actualidad, excluían las referencias a su vida privada. Los
futbolistas hacían goles descritos en detalle y repetidamente por los
narradores de la radio. Los jockeys ganaban carreras angustiantes en los
hipódromos que debían ser imaginados a través de apasionadas descripciones
verbales, que permitían sentirse testigos directos de lo que pasaba. Todo eso
contrasta con la situación actual, en la que se admira a los deportistas que
consiguen contratos más ventajosos, exhiben ropas y peinados que marcan
tendencia o conquistan los trofeos sexuales femeninos más deseados.
Tibor Gordon |
Delfo Cabrera |
Todo lo que yo fui sintiendo a
medida que se desarrollaba esta película de cuarenta y dos mil ciento noventa y
cinco metros lo sintió simultáneamente cuando hay de mí de argentino. (…)
Estaba absolutamente solo. Pero me sentía inmenso, porque había resuelto atribuirme
la representación espiritual, ansiosa de mis amigos y de mis lectores. (…) No
creo que nadie pueda ver a un compatriota triunfante en la máxima competencia
deportiva del mundo y detenerse a pensar que no es nada más que un juego.
(Félix Frascara: ¡Y cantamos el Himno!)
Juan Manuel Fangio |
Que fuera campeón mundial de Fórmula 1 por siete años, debía
llenarnos de orgullo a todos. ¿Era parte de la campaña publicitaria del
gobierno de turno? Probablemente. ¿Cómo ignorarlo? El atractivo del deporte
para capturar la atención de millones de
auditores radiales y lectores de la prensa gráfica, para convertirlos en una
masa atenta, que al ser informada quedaba expuesta simultáneamente a la
propaganda, había sido descubierto poco antes y no podía ser desaprovechado por
los políticos de mediados del siglo XX, tal como el alto costo del
automovilismo obligaba a los corredores a buscar el apoyo de grandes marcas y
regímenes en el poder, con el objeto de financiar su participación en las
competencias internacionales.
La decisión de imponer sistemáticamente una identidad
favorable, controlable, a una masa de consumidores-votantes, define las
estrategias de los medios de la época. La resistencia a utilizar esta
maquinaria, que ofrece tantas ventajas a quienes pueden serle útiles, resultaba
por entonces menos factible que en la actualidad.
Quíntuples Dilligenti |
No quiero que mis hijos sean
pasto de la publicidad. (Franco Dilligenti)
En 1943 nacieron en Argentina los quíntuples Dilligenti, en
el seno de una familia adinerada. La prudente decisión de sus padres, preservó
a los niños de la explotación descarada que soportaron las hermanas Dionne en
Canadá pocos años antes. Con muy buen criterio, el padre los anotó en distintas
oficinas del Registro Civil, para ocultar la existencia del parto múltiple.
Consiguió mantener el silencio sobre el evento durante casi un año. Al crecer, los
hermanos fueron inscritos en diferentes escuelas y universidades. Cuando llegaron
a la edad adulta, vivieron en distintos países.
Hasta los ocho años éramos una
mafia los cinco inseparables, donde iba uno iba el resto. Si a alguno le
gustaba el verde, no había mejor color para los otros cuatro. El terror de papá
era que nos acostumbráramos a actuar en bloque, por eso nos mandó a colegios
distintos. (María Esther Dilligenti)
La decisión de obligarlos a ser ellos mismos, individuos
únicos, en lugar de exponerlos como fenómenos de circo, indica una percepción
de los riesgos de la sociedad moderna que ellos lograron eludir. No iban a ser
modelo, ni pasatiempo de nadie.
Ivana Kislinger |
Isabel Sarli |
Isabel Sarli siguió a Kislinger como la Miss Argentina de
1955. Después, el rutinario desfile de mujeres bellas fue anulando el impacto
que causaban las primeras en alcanzar notoriedad. No se trataba solo de una
mujer muy hermosa, como Nélida Roca en el teatro o Laura Hidalgo en el cine,
sino de elegir a la más bella del país, que lo representaba en el escenario
internacional, alguien con quien debían medirse (en vano, lo más probable) las
otras mujeres nacidas en el mismo suelo y que millones de hombres desearían sin
esperanzas de tocarlas nunca.
¿Podía armarse o desarmarse la identidad a partir de situaciones
tan irrelevantes como el culto a la farándula que se afianzó durante las
últimas décadas del siglo XX? Argentina no era un país como Venezuela, capaz de
dedicarle tantos esfuerzos a un certamen de belleza que podía reportarle
satisfacciones inmediatas o no, pero que regresaba todos los años, pasara lo
que pasara en el resto de la sociedad, convertido en un referente mítico que
exige ser respetado. Sin embargo, el poder de los medios para armar un
sustituto de la realidad (y con ella, la mentalidad de millones de usuarios)
comenzaba a descubrirse en ese momento y no ha dejado de ser explorado y
explotado hasta la fecha.