Crlos Gardel |
La resistencia de una mujer no
es siempre una prueba de su virtud, sino más frecuentemente de su experiencia.
(Ninón de Lenclos)
Ellas pueden hacerse valer, negándose a suministrar aquello
que se les solicita (y se les arrebata con frecuencia) en una cultura que
tiende a marginarlas de las iniciativas de todo tipo. Dado que disponen de
pocas cartas, deben aprender a utilizarlas bien, porque carecen de otras.
Baile apache años `30 |
Una mujer que no opone ningún tipo de resistencia (efectiva
o fingida) se devalúa ante los ojos masculinos. Katherina, la mujer irascible
de La fierecilla domada de William Shakespeare, manifiesta su mala educación
ante el pretendiente que le impone su familia, pero no puede eludir una serie
de humillaciones a las que él la somete cuando la convierte en su esposa. Las
mujeres que no aceptan la dominación masculina, deben ser domadas sin tomar en
cuenta su resistencia, es la moraleja de la comedia, tal como se procede con
las yeguas salvajes.
Grupo familiar años `40 |
Si el proceso de adiestramiento en el ámbito de la
sexualidad ocurría, al amparo del matrimonio, todo estaba en orden para la
sociedad. Ella y él saldrían ganando con el derrumbe de la resistencia femenina.
Si el adiestramiento ocurría fuera del matrimonio, él ganaría un trofeo humano,
como los que hicieron la fama del coleccionista Giacomo Casanova en el siglo
XVIII, y ella perdería toda respetabilidad, pasaría a ser una mujer usada y
devaluada, a quien le resultaba improbable rescatar su dignidad.
Pensar que en condiciones tan desiguales, las mujeres
pudieran entregarse confiadas a sus parejas, era aceptar la mitología
conformista de la industria cultural de la primera mitad del siglo XX, no tan
poderosa como la actual, pero no menos tendenciosa.
Yo quiero un hombre copero / de
los del tiempo del jopo / que al truco conteste quiero / y en toda banca va al
copo. / Tanto me da que sea un pato / y si mi novio preciso / empeño hasta la
camisa / y si eso es poco, el colchón. / Mama, yo quiero un novio / que sea
milonguero, guapo y compadrón. (Ramón Collazo y Roberto Fontaina: Mama, yo
quiero un novio)
¿Para qué querría una mujer con dos dedos de frente, atarse
a un hombre irresponsable? Si fuera un estupendo amante, de todos modos la
convertiría a ella en un pálido sustituto de su madre proveedora. La
indiferencia femenina, en cambio, por difícil de sostener que resultara a una
enamorada, rendía mejores frutos: los hombres eran quienes se preocupaban de
atraer a las mujeres.
Responder a la pasión de los hombres, excitarlos mediante
gestos y palabras, excitarse durante el intento, no eran las estrategias más
utilizadas por las mujeres bien consideradas por la comunidad, y definían en
cambio la situación de las prostitutas, a las que cabía admirar por sus dotes
amatorias, lo cual equivalía a desearlas y despreciarlas al mismo tiempo. Después
de todo, ¿de qué modo inaceptable para un hombre celoso podían haber adquirido
esas destrezas? Mejor no averiguarlo.
No plantear ninguna resistencia a los avances masculinos en
materia sexual, ni suministrarles ningún estímulo después de que las parejas se
constituyen legalmente: tales eran los límites planteados por la opinión
dominante a las mujeres. Adiestradas por sus madres o libradas a su propio
ingenio, ellas dejaban toda la iniciativa a sus parejas.
Egon Schiele: dibujo |
Los hombres van de putas para
sentirse varones. (Fito Páez)
Postal años `30 |
Compartir mujeres de mala vida (no al mismo tiempo)
establece una camaradería y una complicidad inevitable entre quienes las frecuentan
y sin embargo, en la vida social, en caso de encontrarlas, negarían conocerlas.
En los prostíbulos nacieron tradicionalmente negocios, amistades, acuerdos
masculinos, alimentados por el reconocimiento y la aceptación de las debilidades
de todos los que buscaban allí compañía.
En cuanto a las denostadas (por aburridas) esposas legítimas,
bajo ninguna circunstancia se aceptaba que pudieran ser compartidas con otros
hombres. ¿Cómo tener alguna certeza sobre la filiación de la prole (antes de los
infalibles tests de ADN actuales),
si la promiscuidad se toleraba? Uno de los temas recurrentes de las
radionovelas era la identidad cuestionada de los hijos.
Cuando el engaño era un hecho y la situación no llegaba a
ser ocultada, en los tangos se convertía en causal de crimen. La esposa del
amigo es sagrada, se dicen tradicionalmente los hombres, unos a otros. En
Argentina no había divorcio, gracias a la intercesión de la jerarquía católica.
Aquellos que disponían de dinero, se divorciaban en Uruguay o México. Cuando el
segundo gobierno de Perón legalizó el divorcio en 1954, se dijo que la Iglesia
había decidido romper su alianza con el régimen y lograr su caída. Cuando alguien
se atrevía a violar esta norma de fidelidad conyugal, se lo consideraba una
traición imperdonable y estallaba una enemistad mortal entre el infractor y el
traicionado.
Para la mentalidad masculina, es inaceptable que las esposas
disfruten la pasión ilegítima tanto como la legal, y peor aún que en la práctica
revelen haber disfrutado más lo ilegítimo que lo legal. Cualquier posibilidad
de comparación entre los dos órdenes resulta odiosa, porque se supone que esas
mujeres habían quedado reservadas para los hombres que las desposaron, y si por
cualquier motivo no disfrutaban demasiado la legalidad, mejor hubieran hecho en
resignarse o considerarlo un justo castigo a sus expectativas, porque nada
mejor les estaba reservado.
La mujer es como la sombra: si
le huyes, te sigue; si la sigues, te huye. (Nicolás Chamfort)
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