Bernard de Mandeville |
Puede parecer cínica o inmoral la observación del ensayista de comienzos del siglo XVIII, según la cual el engañoso bienestar de las mayorías se encuentra asegurado por su incapacidad para percibir las verdaderas relaciones sociales en las que se encuentran involucradas. Para el iluminismo del siglo XVIII, el conocimiento debía liberar a la sociedad de viejas ataduras que perjudicaban a la mayoría. De acuerdo a la modernidad, el conocimiento puede independizarse de las ataduras con la ética y el sentido común que planteaban los bien pensantes, para desarrollar sus ambiciosos proyectos atendiendo solo a sus propios intereses.
Experimento nazi con gemelos |
Mengele utilizó en sus búsquedas, por
ejemplo, 1500 pares de gemelos prisioneros (nada de emplear ratones o monos,
como se quejan en la actualidad los activistas de los derechos de los
animales). Experimentó con trasplantes de órganos, sin utilizar anestesia, ni
preocuparse de temas como la compatibilidad. Comprobó la resistencia a la
congelación de sus víctimas. Les infectó virus de la malaria o el tifus. Probó
los efectos del gas mostaza. Inyectó toxinas para comprobar los efectos de las
sulfamidas. Quemó con fósforo. De los involuntarios colaboradores de sus
pretendidas búsquedas científicas, no sobrevivieron más de 2000. Los médicos
japoneses realizaron experimentos similares con prisioneros norteamericanos por
la misma época. La imagen impoluta de la ciencia fue manchada repetidamente por
los científicos del siglo XX.
Franklin Delano Roosevelt |
El elemento uranio puede
convertirse en una nueva e importante fuente de energía en un futuro inmediato.
(…) Se ha abierto la posibilidad de realizar una reacción nuclear en cadena.
(…) Este fenómeno podría conducir a la fabricación de bombas y, aunque con
menor certeza, es probable que con este procedimiento se pueda construir bombas
de nuevo tipo y extremadamente potentes. (Albert Einstein: carta al Presidente
Franklin Delano Roosevelt)
Bomba de Hiroshima |
Prolongadas y costosas búsquedas
efectuadas por los cerebros más destacados de la época, condujeron a 150.000
víctimas mortales, entre aquellos que murieron en el momento de la explosión
(70 a 80.000) y durante los cuatro meses siguientes, como consecuencia de la
lluvia negra de polvo, carbón y partículas radioactivas. La cifra se duplica
cuando se toman en cuenta las víctimas del cáncer generado por la radiación que
se fueron acumulando con el paso del tiempo.
Portada de Crítica |
Contrastando con la confianza inicial de
Einstein, antes de que se pusiera a prueba el poder destructivo de la bomba
atómica, Robert Oppenheimer, uno de los científicos que la construyó, no pudo
evitar el desencanto respecto de sí mismo y sus compañeros intelectuales, que marcaría
la época, al citar el Bhagavad Gita, un texto sagrado hindú del siglo III a.C.:
“Me he convertido en la Muerte, Destructora de mundos”.
Ninguna de las partes
puede aspirar a la victoria en esa guerra [nuclear], existe un peligro muy real
de exterminio de la raza humana por el polvo y la lluvia de las nubes
radioactivas. Ni la gente común ni los gobiernos son totalmente conscientes del
peligro. (Bertrand Russell: Una Declaración sobre armas nucleares)
La Segunda Guerra Mundial había terminado con la derrota de las naciones que la iniciaron, pero a continuación la Humanidad viviría casi medio siglo con la espada de Damocles de una Tercera Guerra, que utilizaría armamento atómico, porque a los derrotados podía prohibírsele, pero los mismos aliados (entre ellos, la Unión Soviética) iban a dedicar ingentes esfuerzos a modernizar su equipamiento bélico, en un carrera cada vez más peligrosa para todo el planeta, con el objeto de impedir que las consecuencias de un desequilibrio nuclear los perjudicara.
No nos sentimos muy cómodos
en nuestra actual cultura, pero resulta muy difícil juzgar si -y en qué medida-
los hombres de antaño eran más felices, (Sigmund Freud: El malestar en la
Cultura)
Sigmund Freud |
Danza Macabra medieval |
El potencial destructivo de la Humanidad,
anunciaban los portavoces de la Guerra Fría, podía desatarse en cualquier
momento y no exageraban demasiado sus advertencias. Estuvo a punto de ocurrir
varias veces, a lo largo de un par de generaciones. En tal caso, ¿para qué
continuar tomando en cuenta los criterios provenientes del pasado, como la
diferenciación entre lo culto y lo inculto, lo alto y lo bajo, lo bello y lo
feo, que se habían demostrado absolutamente inútiles, cuando se acercaba el fin
de los tiempos?
Eugene Ionesco |
Señora Smith: ¡Vaya, son las nueve! Hemos comido sopa, pescado, papas con
tocino y ensalada inglesa. Los niños han bebido agua inglesa. Hemos comido bien
esta noche. Esto es porque vivimos en los suburbios de Londres y nos apellidamos
Smith. (Eugene Ionesco: La Cantante Calva)
Samuel Beckett |
Pensar en la Muerte colectiva, gratuita,
incluso fortuita, no estaba fuera de lugar a mediados del siglo XX. En una
época en la que se había debilitado tanto la fe en el otro mundo, la conciencia
de la fragilidad del presente suscitaba la burla de no pocos intelectuales,
después de haber suscitado el desconcierto de los creyentes (la pregunta de
dónde estaba Dios mientras se verificaba la tragedia multitudinaria de
Auschwitz y otros mataderos que no han cesado de operar, se encontraba fresca y
no tenía respuesta).
Nos entregaste como
ovejas al matadero y nos dispersaste entre las naciones; vendiste a tu pueblo
por nada (…). Nos expusiste a la burla de nuestros vecinos, a la risa y al
escarnio de quienes nos rodean; hiciste proverbial nuestra desgracia y los
pueblos nos hacen signos de sarcasmo. Mi oprobio está siempre ante mí y mi
rostro se cubre de vergüenza, por los gritos de desprecio y los insultos, por
el enemigo sediento de venganza. (Salmo 44)
Campo de Concentración nazi |
El creyente no puede entregarse a la
lógica de quienes han dispuesto eliminarlo, pero al mismo tiempo se percibe
desprovisto de su fe de antaño. Las palabras del Papa Benedicto XVI, cuando
visitó el campo de concentración de Auschwitz en 2006, no suenan demasiado
diferentes a las del desencantado autor del salmo bíblico y desembocan en una
idea que el arte de mediados del siglo XX había puesto en práctica repetidas
veces.
Benedicto XVI en Auschwitz |
En un lugar como éste
[un campo de concentración] las palabras no alcanzan. Al final, solo puede
haber un espantoso silencio, un silencio
que es en sí mismo un llanto a Dios de todo corazón: ¿por qué, Dios,
permaneciste en silencio? (Benedicto XVI)
Si el máximo conductor de una religión milenaria se queda sin palabras, a pesar de haber demostrado ser un bien entrenado teólogo, ¿qué debe esperar un hombre común? El silencio de Dios, su retirada del mundo, no ha sido necesariamente la cuna del malestar generalizado de la cultura, pero sí uno de sus signos característicos. Desde el pensamiento judío, D. W. Silverman va todavía más lejos: Dios ya no consigue ser visto en el mundo contemporáneo como el Ser Todopoderoso que describió la Teología tradicional.
El Holocausto reveló las
profundidades en las que se ha hundido el hombre, y el grado en que Dios se
retiró. (D.W. SIlverman: El Holocausto, una Fuerza Viviente)
Ese vacío de Dios no queda así,
disponible, a la espera de su regreso, que ocurrirá tarde temprano. El vacío de
Dios tiende a ser ocupado por otras relaciones (otros compromisos y nuevas
dependencias) de la gente con entidades superiores a cada uno de los
integrantes de la comunidad. ¿Cuándo se había experimentado tal urgencia de
asociaciones políticas, culturales, deportivas, comerciales, sexuales, etc.? El
sentido de la vida continúa siendo el objeto de una búsqueda interminable de
los seres humanos, porque se alimenta de la convicción de que el sentido no se
encuentra definitivamente donde debiera estar.
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