domingo, 11 de enero de 2015

Eugenesia, discriminación y exterminio durante el siglo XX


Espiral ADN
Lo que la naturaleza hace a ciegas, despacio y sin piedad, el hombre puede hacerlo prudente, rápida y amablemente. (Francis Galton)
En mi barrio, a mediados del siglo XX, ser feo o tener la piel un poco más oscura que lo habitual, no le impedía a nadie inscribirse en la escuela pública, ni comprar en los mismos comercios, ni concurrir a los mismos bailes, pero no dejaba de constituir una desventaja. Los compañeros de clase y amigos les endilgaban sobrenombres que no siempre causaban mucha gracia a los aludidos (eran el Negro, el Chino, el Turco, el Ruso, el Gallego, el Indio).
Cuando se sabía que habían llegado las caravanas de gitanos, se cerraban las puertas de las casas, se ponían a salvo las gallinas, se advertía a las chicas casaderas que no hablaran con extraños y se impedía que los niños jugaran en la calle. Mencionar la discriminación puede parecer excesivo, pero los comerciantes nunca les hubieran otorgado crédito y las potenciales parejas de baile se habrían excusado de aceptar invitaciones que permitieran un contacto más estrecho con los desconocidos.
Caravana de gitanos
A veces bastaba un pie equino o un labio leporino para quedar desfavorablemente marcado. Ser nuevo en el barrio, tener un apellido difícil de pronunciar, o encontrarse lejos del ideal físico dominante en la sociedad, derivaba en exclusiones inapelables para aquellos que no coincidieran con el estándar.
Los seres humanos aplican desde épocas inmemoriales normas empíricas de selección genética, que han permitido la mejora substancial de los vegetales y animales domésticos. El trigo, tal como lo conocemos hoy, surgió hace ocho mil años, a partir de la alteración de una gramínea menos útil apta la alimentación.  Una fruta como el pomelo es un híbrido de la naranja y pampelmusa, desarrollado por la intervención humana. Las mulas nacen de la cruza organizada de una yegua y un burro.
Yunta de bueyes
Cuando se trata de padrillos o toros, los reproductores son librados de otra tarea que no sea esa, placentera para ellos y útil para sus propietarios, mientras que los machos restantes, destinados al destino de bestias de carga, son castrados.
Cuando se observan los éxitos logrados en la crianza de aves de corral, perros, cerdos y conejos, surge la tentación: ¿por qué no aplicar esas mismas técnicas a la reproducción de la humanidad? ¿Acaso uno está conforme con la fealdad y los defectos físicos, las enfermedades hereditarias y el mal comportamiento social? Siempre existe la alternativa de resignarse y dejar que el mundo sea tal como era hasta la fecha. Probablemente eso viene ocurriendo desde el comienzo de los tiempos, con lo que se han desperdiciado oportunidades y energías en un proceso que no se entiende ni controla. Esa alternativa impacienta o indigna a muchos.

Los hombres son generalmente más cuidadosos de la clase de sus caballos y perros, que de sus hijos. (William Penn: Some fruits of solitude)

Pareja años '20 siglo XX
Cuando un hombre y una mujer arman una pareja, cualquiera deduce que lo hacen porque al menos una de las partes se siente atraída por la otra. En el mejor de los casos, la atracción será compartida por ambos, pero también puede ocurrir que lo hagan por obligación, dando cumplimiento a compromisos establecidos con la comunidad: ellos deben reproducirse, aunque les desagrade hacerlo con esa otra persona.
En la Antigüedad, los niños nacidos con defectos físicos evidentes, eran abandonados fuera de los límites de las ciudades, para que el clima adverso o los perros con hambre se encargaran de ellos. No era una medida excepcional, asumida por parientes crueles, que podían a ser castigados por adoptarla, sino las normas habituales de la sociedad, quizás no promovidas oficialmente, pero tampoco condenadas.
Platón proponía introducir las decisiones del Estado en un proceso que parece tan difícil de controlar, como el de la atracción sexual que conduce a la reproducción.

Que los mejores cohabiten con las mejores, tantas veces como sea posible, y los peores con las peores. (Platón: La República)

Pareja con Sindrome de Down
En las familias de mis abuelas habían nacido una generación antes de que yo llegara al mundo un par de hijos con Síndrome de Down, situación que en los diálogos de los adultos (se suponía los niños no debíamos oír esas cosas) se atribuía a matrimonios de consanguíneos, permitidos por la Ley, aunque desaconsejados por la Iglesia. No creo que nadie tuviera la menor idea respecto de las Leyes de Mendel, pero se recordaban historias que sin alcanzar el nivel mítico del niño con cola de cerdo de Cien Años de Soledad, causaban horror y desalentaban cualquier intento de repetir el desafío.
Tener como parientes a parejas de primos hermanos no era nada raro por entonces, en el ambiente rural, poblado por gente atada al trabajo de la tierra, dependiente de la autoridad paternal, que disponían de escasas oportunidades para apartarse de la familia, cuando llegaban a la etapa de buscar con quien casarse. La institución de la casamentera, todavía activa en el mundo islámico y judío, que se encargaba de ampliar el radio de la búsqueda de parejas compatibles, se había perdido en el mundo cristiano.
Desde las últimas décadas del siglo XIX, Francis Galton diferenciaba a los seres humanos entre aquellos aptos para reproducirse y los menos aptos, cuyos intentos debían ser desalentados por las instituciones. Charles Darwin planteaba la selección de los más aptos como uno de los mecanismos fundamentales de la conservación de la vida (el resto, podía quedarse en el camino, como intentos fallidos que en buena hora se descontinuaban).
La Eugenesia era una ciencia en desarrollo, controvertida, pero de todos modos respetada. Figuras progresistas en lo político, como el dramaturgo George Bernard Shaw o Margaret Sanger, la activista del feminismo, la defendían sin restricciones. En Intelectuales argentinos como Joaquín V. González y José Ingenieros compartieron la idea de que la inmigración selectiva (que incluyera “las mejores razas europeas”) lograría cambiar el perfil del país, introduciendo hábitos de trabajo, ahorro, que no estaban demasiado afianzados entre los nativos.
Todo esto no suena demasiado progresista desde la actualidad. González planteaba regular los matrimonios, impidiendo que se consumaran entre enfermos de males transmisibles, llegando a esterilizar a los portadores de rasgos indeseables, para evitar la degeneración de las familias.
El aborto eugenésico (por inviabilidad del feto) y el terapéutico (aquel que intenta salvar la vida de la madre) fueron incluidos en el Código Penal de 1922. A pesar de lo anterior, ni la violación ni el incesto quedaban incluidos como justificativos para la interrupción legal del embarazo. El trámite era confiado a los conocimientos empíricos y la discreción de las comadronas, cuando no era practicado por otras mujeres de la familia, utilizando procedimientos inseguros y clandestinos.
La educación eugenésica conservadora se apoyaba en el temor a las enfermedades sexuales, no en la Higiene, ni en el uso de preservativos. Podía haber sexo, siempre y cuando diera dentro del matrimonio, que pasaba a convertirse en un instrumento de control social. El abogado Bernaldo de Quirós propuso durante los años ´30 un impuesto a los solteros, similar al que Benito Mussolini había establecido en Italia en 1927, con el objeto de estimular los nacimientos.
Desde 1936, el examen prenupcial debía realizarse pocos días antes de celebrarse un matrimonio. El objetivo era detectar la existencia de enfermedades venéreas. El VIH no existía por entonces. Ni el Papanicolau, ni la colposcopia, ni otros exámenes hoy rutinarios, figuraban entre los requisitos exigidos a las nuevas parejas.
Campo de concentración alemán
El término eugenesia ganó lamentable notoriedad en el curso de los años ´30, cuando se combinó con el nacionalismo, y los dirigentes de Alemania lo utilizaron para justificar su política de esterilizar y aniquilar judíos, gitanos, homosexuales y discapacitados, con el objeto declarado de facilitar el horizonte de lo que ellos describían como los miembros de la sana raza aria.
La enormidad del despropósito puede eclipsar la evidencia de que el proyecto selector de grupos humanos regresó varias veces en el curso de la Historia del último siglo, solo que aplicándolo a la discriminación y el exterminio de millones de seres humanos, bajo las más opuestas ideologías.

Toda eugenesia consiste en controlar la reproducción, realizando selecciones artificiales para mejorar un colectivo, generalmente llamado raza. Para la eugenesia geneticista ese procedimiento se realizaba esterilizando individuos indeseables, aunque no existían intervenciones directas sobre sus cuerpos, sino impedimentos matrimoniales, reducción de derechos civiles y/o políticos y distintas medidas tendiente a la autocoacción. (Marisa Miranda)

De acuerdo a esas ideas, convertidas en leyes, aprobadas por los parlamentos y aplicadas por la Justicia, algunos seres humanos tendrían el derecho a sobrevivir y reproducirse en libertad, mientras que otros se encontrarían indefensos, despojados de sus pertenencias y condenados de antemano a desaparecer lo antes posible y no importando cómo. ¿Acaso cualquiera tiene el derecho de ocupar este planeta y brindar sus genes a las nuevas generaciones?
Cuando se trata de animales o vegetales, no hay muchas dudas. Ciertos especímenes son considerados indeseables y se los elimina de inmediato. No se quieren más terneros con dos cabezas, ni tomates con mal olor, en el caso de que la caprichosa Naturaleza los haya traído al mundo. No, eso no sería tolerado, según aquellos que siguiendo a Malthus, están convencidos de que los recursos del planeta no son infinitos y corresponde a quienes detenta el Poder administrarlos con rigor.

No parece imposible que pueda ocurrir entre los hombres cierto grado de mejora, similar a la de los animales, mediante la atención a la reproducción. Es dudoso que el intelecto se pueda transmitir, pero el tamaño, la fuerza, la belleza, la tez, y quizás aún la longevidad, son transmisibles en algún grado. (Thomas Malthus: Un ensayo sobre la población)

Proyecto Lebensborn
Aquellos privilegiados por sus genes o árboles genealógicos, como decidieron Hitler y sus seguidores, no tendrían por qué preocuparse. Hicieran lo que hicieran, por solo hecho de haber sido catalogados como especímenes perfectos, recibirían la protección del Estado. Ellos y sus descendientes disfrutarían de condiciones ideales para continuar ejerciendo sus roles dominantes, libres de la interferencia de quienes ellos consideraban como inferiores. Librarse de judíos, gitanos y homosexuales, era tan fácil como librarse de un moscardón que molesta y no suscita la menor lástima.
Los abusos del régimen nazi causaron el descrédito de la Eugenesia durante un par de generaciones, al punto de ser considerada una seudociencia. En la actualidad, sin embargo, tras el desarrollo de la Genética, que ha permitido el conocimiento detallado del ADN, la Eugenesia regresa en muchos ámbitos, como una idea cada vez más plausible. ¿Por qué permitir que ciertas enfermedades evitables continúen acosando a la humanidad? ¿Por qué resignarse a que ciertas malformaciones se perpetúen? ¿Por qué negar la posibilidad de reproducirse a seres humanos que por su edad o preferencias sexuales no podría hacerlo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario