domingo, 12 de febrero de 2017

De ayer a hoy (I): Noticias falsas y posverdades


Donald Trump
Al acceder Donald Trump a la Presidencia de los EEUU, comenzó a quejarse por las noticias falsas (fake news) que intentaban perjudicarlo, aunque en otros casos habría sido beneficiado por ellas, como sucedió con la nada creíble información de que el Papa Francisco apoyaba su candidatura. Simultáneamente se hablaba de posverdades (de acuerdo a quienes critican el discurso de Trump). 
Internet parece brindar espacio para todo aquello que se aparta de la objetividad en la información. Deslegitimar el gobierno de Barack Obama, haciendo correr el dato de que no era norteamericano de nacimiento, o justificar la invasión a Irak, años antes, por la indemostrable capacidad de producción de armamento atómico que se atribuía al régimen de Sadam Hussein, son situaciones indicadoras de que las noticias falsas de hoy son parte fundamental de la guerra psicológica en curso, cuyas consecuencias pueden ser tan graves para la humanidad como aquellas de la guerra convencional.
Operación Colombo

¿Alguien quiere alegar que la marihuana es diez veces menos peligrosa que el alcohol y el tabaco? No encontrará mayores obstáculos para publicarlo y afirmar que el dato proviene de alguna revista científica inexistente (o tal vez real, que sin embargo nunca respaldó eso). Durante los años `70, los organismos represivos de la dictadura chilena, apoyados por la prensa nacional, incluyeron acciones tan ingeniosas como la Operación Colombo, que inventó una revista brasileña donde daba cuenta de la muerte, en el curso de enfrentamientos internos entre militantes de izquierda, de quienes en realidad eran 119 detenidos-desaparecidos en su propia patria.
Cuando se vuelve difícil verificar un dato, la falsificación prospera. Hoy se trata de embaucar a miles de usuarios de las redes sociales, convirtiéndolos en difusores irresponsables de datos que los impresionan por distintos motivos, pero cuyo origen e intención desconocen. Tal vez reciclan un mito urbano que circula desde hace tiempo. Tal vez los emitieron adolescentes de los Balcanes, como parte de un juego o alentados y retribuidos por clientes imposibles de localizar. Tal vez provienen de los especialistas que trabajan en los servicios de inteligencia de países europeos.
Noticias falsas son las nuevas armas de destrucción masiva. (Derrick Broze)

La novedad aparente de estos fenómenos de información falsa, no es tanta como puede suponerse. Las noticias sin fundamento, aparentan referirse a la realidad, pero solo son una modalidad tradicional de la propaganda política. Antes circulaba boca a boca o se disimulaba en la prensa escrita. Hoy adquieren protagonismo gracias a las comunicaciones masivas, y demuestran ser capaces de llegar en poco tiempo a una audiencia multitudinaria, que se encuentra predispuesta a aceptarlas, dado que está desacostumbrada a analizar si los datos que se le brindan se corresponden o no con la verdad.
Frederic Remington: ilustración de prensa
William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer,  magnates de la prensa sensacionalista norteamericana de los últimos años del siglo XIX, competían entre ellos para obtener el favor de miles de lectores. En la búsqueda de material atractivo para la primera plana de sus publicaciones, inventaban noticias falsas impactantes, como la humillación sufrida por Clemencia Arango, una joven acusada de servir de correo a los patriotas cubanos que residían en New York, durante la guerra de Independencia de Cuba. Arango habría sido desnudada y revisada por los funcionarios españoles en un barco norteamericano, de acuerdo a la prensa que lo denunciaba, sin aportar otras pruebas que un excitante dibujo de Frederic Remington. Inútil fue que la mujer testificara que nada de eso había sucedido. La indignación antiespañola que se había estimulado, no debía desaparecer tan pronto, de acuerdo a los intereses de la prensa. Remington le escribía desde Cuba a Hearst, su patrón, que allí no pasaba nada y deseaba regresar. La respuesta que obtuvo ha quedado como un clásico de la lógica capitalista:

Por favor, manténgase allí. Usted proporcione las imágenes y yo proporcionaré la guerra. (William Randolph Hearst)

Explosión del Maine en prensa contemporánea
La realidad percibida por los lectores o espectadores de los medios masivos, puede ser manipulada y lo es desde hace tiempo. La explosión del acorazado Maine, enviado a La Habana para proteger los intereses de ciudadanos norteamericanos llegó en el momento oportuno. El hundimiento del barco y la muerte de 266 hombres se presentaron como la consecuencia de una mina española detonada a distancia, justificando la intervención de los EEUU en la guerra por la independencia que enfrentaba por entonces a Cuba y España. Al avivar el sentimiento antiespañol con una noticia falsa (la explosión fue causada por un accidente en el interior del barco) la prensa precipitó la intervención del gobierno norteamericano, que había intentado eludir esa acción, pero al verla reclamada por la opinión pública, no desaprovechó la oportunidad de anexarse territorios coloniales españoles como Puerto Rico y Filipinas. Mientras tanto, los diarios incrementaban sus ventas con la espectacular (no por ello verídica) recreación de los hechos.
Invasión alemana a Bélgica
Durante la Primera Guerra Mundial, la prensa inglesa y norteamericana publicaba historias atroces de enfermeras violadas, de mutilaciones y asesinatos de niños por los soldados alemanes. De nuevo, ¿cómo no indignarse y ponerse del lado de los agredidos? Las historias de dirigentes comunistas que secuestraban niños, con el objeto de criarlos fuera de los principios morales de sus padres, que se difundieron durante la Guerra Fría, no diferían demasiado de ese esquema tendencioso. Un historiador inglés había definido las características de ese discurso que se dirigía tanto hacia el enemigo externo, que debía ser disuadido de atacar, como hacia el aliado interno, que debía ser estimulado para que no se desmoralizara y estuviera deseoso de agredir (dos estrategias referidas al manejo de conflictos que continúan vigentes en la actualidad).

1.     Nosotros no queremos la guerra.
2.     El enemigo es el único responsable de la guerra.
3.     El enemigo es execrable.
4.     Nosotros pretendemos nobles fines.
5.     El enemigo comete atrocidades voluntariamente. Lo nuestro son errores involuntarios.
6.     El enemigo utiliza armas no autorizadas.
7.     Nosotros sufrimos pocas pérdidas. Las pérdidas del enemigo son enormes.
8.     Los artistas e intelectuales apoyan nuestra causa.
9.     Nuestra causa tiene un carácter sagrado, divino o sublime.
10.  Los que ponen en duda la propaganda de guerra son unos traidores. (Arthur Ponsoby: Decálogo de la propaganda de guerra)

Rosa de Tokyo
Durante la Segunda Guerra Mundial, los japoneses enfrentados a los norteamericanos, utilizaron los servicios de Ikuko Toguri, una joven norteamericana de ancestros nipones, a quien se presentaba como la Rosa de Tokyo, para animar programas radiales destinados a los soldados norteamericanos, que incluían música popular y mensajes nada espontáneos de prisioneros a sus parientes. El objeto era desmoralizar a las tropas enemigas con una voz seductora que alentaba a entregarse y testimonios pautados por el enemigo. Desinformación y entretenimiento: esa era la fórmula que sustituía a la anterior, de adoctrinamiento puro y simple, que resultaba monótono y finalmente era rechazado.
Lo emocionante, lo espectacular, lo fácil de recordar, importa en los medios más que lo cierto, lo demostrable, en la era de las redes sociales, alimentadas por no importa quién, con no importa qué tipo de noticia falsa, atrae, escandaliza, confirma la opinión del receptor respecto de personajes notorios de la actualidad. Como complemento de ese persistente adoctrinamiento, que por sí mismo resulta alarmante, la posverdad (post-truth) describiría el escaso efecto que tienen hoy sobre la opinión dominante los hechos demostrables que se oponen a los prejuicios de la gente desinformada.
Barry Levinson: Wag the dog
Un filme de Hollywood, Wag the dog (1997) de Barry Levinson, se presenta como una sátira del inmenso poder que dispone la Casa Blanca, mediante un procedimiento habitual en el género: la creación de un mundo paralelo, en el que el Presidente norteamericano de entonces no aparece nunca en la pantalla y es reemplazado por un personaje que hace lo que él hubiera hecho, sin arriesgar una demanda judicial a los productores.    
Un Presidente cuya imagen pública ha sido dañada por un escándalo sexual (el filme se realiza poco antes de la aparición de Monica Lewinsky, denunciando su relación ocasional con Bill Clinton) convoca a sus colaboradores para que inventen una guerra por la defensa de la democracia en Albania. El equipo de asesores llega de la industria audiovisual más refinada del planeta y se encarga a inventar los testimonios conmovedores (también ficticios) gracias a los cuales la opinión pública, medida por los mismos instrumentos que utiliza el marketing comercial, validarán una intervención militar en Albania, que a su vez reforzará el prestigio deteriorado del mandatario ante sus electores. La realidad no importa demasiado, puesto que puede ser fabricada por los medios.
El siglo XX estuvo poblado por demagogos que no llegaron de otros planetas, como repetidamente anunciaba el cine de ciencia-ficción, en su afán de simplificar hasta la caricatura la interpretación de una realidad temible, porque alcanzaron el poder gracias a la confianza que depositaron en ellos los electores, o la falta de resistencia manifestada por los ciudadanos que pudieron oponerse cuando ellos asaltaron el poder. Adolf Hitler convenció a los alemanes de que los comunistas habían incendiado el Parlamento, que las humillaciones experimentadas desde que Alemania fuera derrotada en la Primera Guerra Mundial y la inflación galopante de la República de Weimar, se debían a una conjura de los judíos, denunciada a comienzos del siglo XX, en la Rusia zarista y probablemente por la policía del régimen, en Los Protocolos de los Sabios de Sion, por lo que exterminar a varios millones de ellos permitiría acceder a una nueva era de bienestar y orden (el Tercer Reich) que habría de durar no menos de un milenio, aunque la realidad le otorgó solo doce años de existencia.
Adolf Hitler en convención nazi
Visto desde la actualidad, cuesta entender que tal cúmulo de inexactitudes permitiera consolidar un régimen que tuvo el apoyo de millones de ciudadanos bien educados, de uno de los países más desarrollados del planeta y los llevara a cometer crímenes atroces, que incluyeron el sacrificio de los mismos ciudadanos que. Había ocurrido en África, en Asia, en Latino América, pero que se diera en la culta Europa… desarmaba todas las ideas preconcebidas de los contemporáneos.
Hanna Arendt analizó la relación paradojal que se da entre lo que se imagina y lo que se experimenta, en un texto clásico de la segunda posguerra:

Las masas modernas no creen en nada visible, en la realidad de su propia experiencia; no confían en sus ojos ni en sus oídos, sino en sus imaginaciones. (…) Lo que convence a las masas no son los hechos, ni siquiera los hechos inventados, sino solo la consistencia del sistema del que son presumiblemente parte. (Hanna Arendt: Los orígenes del totalitarismo)

Campo de concentración Segunda Guerra Mundial
Solo hace falta mentir sistemática, reiteradamente, siguiendo un mismo patrón, como declaró el jerarca nazi Joseph Goebbels, para que la mentira termine por ser aceptada. Los nuevos medios de comunicación que se desarrollaron durante el siglo XX, facilitaron esa tarea de adoctrinamiento a los líderes políticos y religiosos. Desde los años `20, la radio llegaba hasta los últimos rincones de un país, y traspasaba las fronteras de los países vecinos, para difundir el mismo discurso y poner obstáculos a cualquier intento de respuesta de los destinatarios.  El auditor era el verdadero “amigo invisible” a quien se dirigía Eugenio Félix Miletti, locutor de Radio El Mundo desde los años `30 a los `60. Cualquiera que tomara posesión de un micrófono radial gozaba de las mismas ventajas. Ese auditor inaudible, silenciado, estaba recibiendo información y no le informaba que también pudiera hacerse oír.

Nada resulta tan sorprendente a los que observan los asuntos humanos con mirada filosófica, que la facilidad con unos pocos gobiernan a muchos. Y la docilidad implícita con que los hombres someten sus propios sentimientos y pasiones a los de sus gobernantes. Si indagamos cómo se produce este milagro, descubriremos que los gobernantes no tienen nada que les sostenga, excepto la opinión pública. (…) Esta máxima se aplica tanto a los gobiernos más despóticos y militares, como a los más libres y populares. (David Hume: Tratado de la naturaleza humana)

En el 2016, el FBI norteamericano tardó demasiado en detectar y denunciar a los hackers que difundían información opuesta a la candidatura de Hillary Clinton y beneficiaban a la de Donald Trump. Las redes sociales dudaron bastante en cerrar las cuentas que difundían información tendenciosa, porque habían alimentado la hipótesis de un espacio en el que se gozaba de libertad para plantear lo que se deseara. Muchos usuarios de los medios afirman no creer en nada de lo que aparece en los mismos medios que frecuentan. Su escepticismo, sin embargo, no los ayuda a detectar las falsificaciones a las que se encuentran expuestos, y más bien se abandonan a lo que se vaya apareciendo en los medios. Todavía son más aquellos usuarios que se encuentran convencidos de no tener que esforzarse  para desentrañar la verdad, porque les pertenece.

El ignorante afirma, el sabio duda, el prudente reflexiona. (Aristóteles)

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