viernes, 24 de febrero de 2017

De ayer a hoy (III): Nostalgias y rémoras del discurso totalitario


José Félix Uriburu
Después de casi ochenta años de continuidad institucional cuestionable en cuanto a su representatividad, a partir de la caída de Hipólito Yrigoyen, en 1930, la Historia Argentina brinda una sucesión abrumadora de regímenes militares que en cada oportunidad se presentaron ante la opinión pública como Salvadores de la Patria (una Patria que desde mucho antes consideraban suya y no estaban dispuestos a compartir con advenedizos). Rara vez desoyeron ese compromiso. La sociedad civil los habría convocado para defender los intereses de los sectores más tradicionales, aunque para ello debieran realizar un trabajo bastante sucio: trampear la voluntad de las mayorías y en caso de necesidad, exterminar a quienes se les cruzaran en el camino.
Sello postal conmorativo

 
Exponentes de orden y educados en el respeto a las leyes y de las instituciones, hemos asistido atónitos al proceso de desquiciamiento que ha sufrido el país en los últimos años. (…) La inercia y la corrupción administrativa, la ausencia de justicia, la anarquía universitaria, la improvisación y el despilfarro en materia económica y financiera (…) son apenas un pálido reflejo de lo que ha tenido que soportar el país. Al apelar a la fuerza para liberar a la Nación de este régimen ominoso, lo hacemos inspirados en un alto ideal. Los hechos, por otra parte, demostrarán que no nos guía otro propósito que el bien de la Nación. (Teniente General Uriburu: Manifiesto de la Junta Provisional)

El nuevo orden propuesto por Uriburu, requería derogar la Constitución de 1853 y eliminar partidos políticos como el Radicalismo y el Socialismo, que se consideraban corruptos, para organizar un sistema corporativo, inspirado en lo que estaba haciendo el fascismo en Italia. En el nuevo esquema tendrían representación los grandes empresarios, los sindicatos dispuestos a reconciliarse con el capital, y finalmente la Iglesia Católica. Para conseguirlo habría que arrestar y encarcelar a los partidarios de Yrigoyen, deportar a los sindicalistas no nacido en país, convocar elecciones provinciales, que al ser ganadas por la oposición fueron declaradas nulas por el régimen de facto, etc. El voto universal y secreto, de acuerdo a Uriburu, era el causante directo del desorden que el país había padecido.
La Retórica del peronismo, un movimiento político nacido tras la Segunda Guerra Mundial, en un contexto internacional que no tardaría en definirse como la Guerra Fría que enfrentó a los EEUU y la URSS, debía mucho a la tradición populista europea de los años `30. Con una precisión nada irrelevante: aquello que en los `30 estaba bien visto en países como Francia o Gran Bretaña, y era interpretado como una muestra de entusiasmo colectivo de la clase obrera que había logrado mejoras en sus condiciones de vida, gracias a su capacidad para organizarse, a mediados de los `40, durante la resaca del nazismo y el fascismo, en medio de la denuncia de los abusos del estalinismo, podía entenderse como una evidencia corporativa, demagógica y antidemocrática.
Desfile de enfermeras, 1950
Ahí estaba, por ejemplo, la celebración del Primero de Mayo, establecida en 1930 por Hipólito Yrigoyen, que se convirtió en uno de los actos centrales del calendario peronista. En ella participaban trabajadores, estudiantes, fuerzas vivas… que recordaba demasiado a los desfiles de la Plaza Roja del Kremlin o (lo que todavía resultaba más incómodo) las concentraciones multitudinarias de Mussolini o Hitler. Aunque la Tercera Posición aseguraba que la Argentina no se alineaba con el capitalismo ni con el comunismo, la letra del himno que entonaba Hugo del Carril, describía un país laborioso, disciplinado, patriótico, entregado a las tareas enunciadas en los Planes Quinquenales por el único Líder aceptado por el discurso oficial.

Hoy es la Fiesta del Trabajo / unidos por el amor a Dios / al pie de la bandera sacrosanta / juremos defenderla con honor. / Que es nuestro pabellón azul y blanco / sublime expresión de nuestro amor. / Por él, por nuestros padres, por los hijos, / por el hogar que es nuestra tradición. (Cátulo Castillo y Oscar Ivanissevich: Canto al Trabajo)

"Revolución Libertadora", 1955
Una década más tarde, la llamada Revolución Libertadora de 1955 llegaba para interrumpir mediante un nuevo levantamiento militar, el segundo gobierno constitucional del peronismo. Cuando se consideran los hechos, resulta evidente que el eslogan “Ni vencedores, ni vencidos” podía ser atractivo, pero no llegó a convertirse nunca en realidad. La nueva generación de Salvadores de la Patria, no solo expuso la corrupción del régimen depuesto, sin darle la oportunidad de defenderse a sus personeros, sino que se les privó del derecho de participar durante años en la contienda política, se encarceló a opositores y se aplicó la Ley Marcial, fusilando a los compañeros de armas que se habían rebelado contra un régimen de facto. En las escuelas, mientras tanto, se cantaba una descripción idílica de una gesta heroica, que costaba reconciliar con la realidad.

En lo alto la mirada / luchemos por la patria redimida. / El arma sobre el brazo / la voz de la esperanza amanecida. / Que el sol sobre tu frente / alumbre tu coraje, camarada. (…) Y si la muerte quiebra tu vida / al frío de la madrugada / perdurará tu nombre / entre los héroes de la patria amada. (Manuel Rodríguez Ocampo: Marcha de la Libertad)

Libro de lectura de comienzos años `50
Es la visión de un país paralelo al país real, que se muestra solidario para quienes participan en él, pero también inflexible, uniformado tanto en los gestos y vestuario como mentalmente, en el que no parece haber sitio para las desagradables contradicciones que caracterizan a los civiles. La nostalgia por la subordinación, el fantasma del caos social que no tardaría en desencadenarse, reaparecen en la Historia Argentina del siglo XX, durante las después de todo breves etapas en que se respetan las instancias democráticas. Los valores más respetados podrían perderse (o ya se dan por perdidos) con lo que se justifica recurrir a la fuerza para detener ese proceso.
En el curso de los años `60, pero también diez años más tarde y de nuevo hasta no hace mucho, en los muros de las ciudades argentinas aparecían pegados carteles anónimos, que luego fueron convertidos en anuncios que televisión, que preguntaban a los padres algo difícil de responder, entonces y ahora: ¿Sabe usted dónde están sus hijos en este momento? Hoy se piensa en el peligro de las drogas. Aunque los mensajes no estuvieran firmados, se sospechaba de los Servicios de Inteligencia del Estado, menos preocupados por la desintegración de las familias que por la Geopolítica de la Guerra Fría. En los `60, se pensaba en la radicalización ideológica de los jóvenes, que no solo adoptaban modas desconcertantes, como las barbas y los cabellos largos, sino la alternativa de incorporarse a la lucha armada contra las instituciones.
Eran años en los que se creía fácil duplicar el éxito de los insurgentes cubanos, que habían derrocado la dictadura de Fulgencio Batista, y una vez instalados en el poder, desafiaban a sus vecinos capitalistas, apenas a 90 millas de distancia. Era un desafío mítico, que en poco tiempo hubiera debido replicarse por todas partes. Rara vez se ha asistido a una epidemia de optimismo político como esa. La retórica revolucionaria prendió tanto en aquellos que se veían a sí mismos como héroes no inferiores a los de la Independencia, como en aquellos que habían sido entrenados profesional e ideológicamente, para impedir que nada parecido prosperara.
Represión militar años `70
Los cursos de perfeccionamiento de la Escuela de las Américas de Panamá, donde estudiaron Manuel Contreras (Chile), Roberto Eduardo Viola y Leopoldo Fortunato Galtieri (Argentina), Hugo Banzer (Bolivia), Vladimiro Montesinos (Perú) o Manuel Antonio Noriega (Panamá) entre otros uniformados, dejaron una larga secuela de represión en todo el continente. En 1976, los propulsores de un nuevo golpe militar  en Argentina, declaraban que nada había sido más doloroso para ellos, que quebrar la continuidad del régimen constitucional. Si lo hacían, afirmaban, era porque se veían forzados por circunstancias sobre las cuales no tenían la menor responsabilidad. Por lo tanto, iban a sacrificarse en nombre de principios que estaban fuera de toda discusión. Planteaban casi las mismas ideas de 1930, utilizando un vocabulario y una sintaxis similares:

Agotadas todas las instancias de mecanismo constitucionales, superada la posibilidad de rectificaciones dentro del marco de las instituciones y demostrada en forma irrefutable la imposibilidad de la recuperación del proceso por vías naturales, llega a su término una situación que agravia a la Nación y compromete su futuro. (…) Las Fuerzas Armadas, en cumplimiento de una obligación irrenunciable, han asumido la conducción del Estado. Una obligación que surge de serenas meditaciones sobre las consecuencias irreparables que podía tener sobre el destino de la Nación una actitud distinta a la adoptada. (Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Orlando Ramón Agosti: Programa del 24 de marzo de 1976)

Manifestación de Abuelas de Plaza de Mayo, 1980
Los salvadores de la Patria podían ser civiles ultraconservadores y militares retirados, que se identificaban como nacionalistas católicos (y preconciliares). Ellos publicaban revistas que les permitían alentar las convicciones de sus seguidores. En 1983, a pocas semanas de instalado un gobierno democrático en Argentina, tras años de una dictadura militar ominosa, los sectores desplazados por la voluntad popular necesitaban elaborar la imagen de una nación amenazada por la modernidad (y el mundo civil que los había derrotado en las urnas) como si confiaran en tapar indefinidamente el sol con un dedo.

[El Presidente] Alfonsín está a medio camino entre el izquierdista rabioso, que sospecha que algo hay que cambiar, y el izquierdista europeo, que sabe que entre Estados Unidos y Rusia y algunos elementos posconciliares se está edificando una nueva legitimidad, esa de los derechos humanos, de la permisividad, del destape y del pluralismo. Alfonsín, que reúne en su lo peor de nuestra historia, nos traerá la civilización (…) que quiere decir modernización, esto es: desacralización y desorden. (Editorial de Cabildo: Los “rebusques” de la izquierda criolla)

George Orwell: Rebelión la Granja
Debo haber leído Rebelión en la Granja, la sátira de George Orwell por primera vez durante la adolescencia, desconcertado por la apariencia pueril, de fábula ilustrada que presentaba el texto, como si estuviera destinado a lectores infantiles, una situación que sin embargo me obligaba a investigar complejos referentes históricos recientes que yo desconocía (por ejemplo, las luchas por el poder en la Unión Soviética desde los años `20) y me ofrecía un modelo perturbador para entender la maquinaria propagandística del peronismo de entonces (algo que Orwell no podía sospechar que ocurriera tan lejos, al mismo tiempo que él escribía).

El resultado de predicar doctrinas totalitarias es debilitar el instinto por medio del cual los pueblos libres saben lo que es o no es peligroso. (George Orwell: Rebelón en la Granja)

Guerra de las Malvinas: Portada de Gente, 1982
La capacidad colectiva para detectar las tendencias totalitarias y aislarlas a tiempo, de manera tal que no causen demasiado daño a la sociedad, no parece haberse afianzado en Argentina, a pesar de las experiencias dolorosísimas acumuladas durante el siglo XX y lo que lleva del XXI. Más bien, podría haber sucedido lo contrario. Que no se impusiera un manto de olvido sobre la represión, era el reclamo de las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos en 1980. Que la memoria no fuera selectiva y eclipsara todo aquello que pudiera plantear contradicciones a la visión del mundo que finalmente se impuso, es otro reclamo, tal vez menos atractivo.
Un fenómeno de desensibilización se ha ido definiendo en los sectores más opuestos de la sociedad nacional. El clientelismo se ha vuelto un derecho adquirido, cuyo ejercicio se reclama sin pudor, en lugar de ser mostrado como una deformación de la democracia. La corrupción, que viene desde los tiempos de la colonia y fue adaptándose a las modas y mentalidades más opuestas, no tiene suficientes adversarios que la detengan. La búsqueda del placer inmediato, paralelo al desprestigio del trabajo y todo aquello que requiera esfuerzo, autoriza cualquier decisión. Tras haber perdido la fe en las instituciones, los jóvenes pueden ver hoy como válida la posibilidad de ejercer justicia por mano propia. Crece el armamento en poder de ciudadanos comunes, que al portarlo confían defenderse de ataques cada vez más violentos, o aprovechan la oportunidad de hacer valer la Ley de la Selva. Cualquier grupo humano capaz de organizarse, toma por rehén al resto de la comunidad, con el objeto de hacer más atendibles sus puntos de vista. Las redes sociales se han convertido en el espacio propicio para mentir o agredir a quien se cruce en el camino. La lucha por el poder se ha generalizado y liberado de reglas. En cuanto al discurso altisonante (o seductor, de acuerdo a la perspectiva de quien lo oiga) de los nuevos Salvadores de la Patria, eso no ha cambiado tanto y no cuesta reconocer lo que omite decir, hoy o ayer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario