José Félix Uriburu |
Sello postal conmorativo |
Exponentes de orden y educados en el respeto a las leyes y de
las instituciones, hemos asistido atónitos al proceso de desquiciamiento que ha
sufrido el país en los últimos años. (…) La inercia y la corrupción
administrativa, la ausencia de justicia, la anarquía universitaria, la
improvisación y el despilfarro en materia económica y financiera (…) son apenas
un pálido reflejo de lo que ha tenido que soportar el país. Al apelar a la
fuerza para liberar a la Nación de este régimen ominoso, lo hacemos inspirados
en un alto ideal. Los hechos, por otra parte, demostrarán que no nos guía otro
propósito que el bien de la Nación. (Teniente General Uriburu: Manifiesto de la
Junta Provisional)
El nuevo orden propuesto por Uriburu, requería
derogar la Constitución de 1853 y eliminar partidos políticos como el
Radicalismo y el Socialismo, que se consideraban corruptos, para organizar un
sistema corporativo, inspirado en lo que estaba haciendo el fascismo en Italia.
En el nuevo esquema tendrían representación los grandes empresarios, los sindicatos
dispuestos a reconciliarse con el capital, y finalmente la Iglesia Católica. Para
conseguirlo habría que arrestar y encarcelar a los partidarios de Yrigoyen, deportar
a los sindicalistas no nacido en país, convocar elecciones provinciales, que al
ser ganadas por la oposición fueron declaradas nulas por el régimen de facto,
etc. El voto universal y secreto, de acuerdo a Uriburu, era el causante directo
del desorden que el país había padecido.
La Retórica del peronismo, un movimiento político
nacido tras la Segunda Guerra Mundial, en un contexto internacional que no
tardaría en definirse como la Guerra Fría que enfrentó a los EEUU y la URSS, debía
mucho a la tradición populista europea de los años `30. Con una precisión nada
irrelevante: aquello que en los `30 estaba bien visto en países como Francia o
Gran Bretaña, y era interpretado como una muestra de entusiasmo colectivo de la
clase obrera que había logrado mejoras en sus condiciones de vida, gracias a su
capacidad para organizarse, a mediados de los `40, durante la resaca del
nazismo y el fascismo, en medio de la denuncia de los abusos del estalinismo,
podía entenderse como una evidencia corporativa, demagógica y antidemocrática.
Desfile de enfermeras, 1950 |
Hoy es la Fiesta del Trabajo / unidos por el amor a Dios / al
pie de la bandera sacrosanta / juremos defenderla con honor. / Que es nuestro
pabellón azul y blanco / sublime expresión de nuestro amor. / Por él, por
nuestros padres, por los hijos, / por el hogar que es nuestra tradición.
(Cátulo Castillo y Oscar Ivanissevich: Canto al Trabajo)
"Revolución Libertadora", 1955 |
En lo alto la mirada / luchemos por la patria redimida. / El
arma sobre el brazo / la voz de la esperanza amanecida. / Que el sol sobre tu
frente / alumbre tu coraje, camarada. (…) Y si la muerte quiebra tu vida / al
frío de la madrugada / perdurará tu nombre / entre los héroes de la patria
amada. (Manuel Rodríguez Ocampo: Marcha de la Libertad)
Libro de lectura de comienzos años `50 |
En el curso de los años `60, pero también diez años
más tarde y de nuevo hasta no hace mucho, en los muros de las ciudades
argentinas aparecían pegados carteles anónimos, que luego fueron convertidos en
anuncios que televisión, que preguntaban a los padres algo difícil de responder,
entonces y ahora: ¿Sabe usted dónde están sus hijos en este momento? Hoy se
piensa en el peligro de las drogas. Aunque los mensajes no estuvieran firmados,
se sospechaba de los Servicios de Inteligencia del Estado, menos preocupados
por la desintegración de las familias que por la Geopolítica de la Guerra Fría.
En los `60, se pensaba en la radicalización ideológica de los jóvenes, que no
solo adoptaban modas desconcertantes, como las barbas y los cabellos largos,
sino la alternativa de incorporarse a la lucha armada contra las instituciones.
Eran años en los que se creía fácil duplicar el
éxito de los insurgentes cubanos, que habían derrocado la dictadura de
Fulgencio Batista, y una vez instalados en el poder, desafiaban a sus vecinos
capitalistas, apenas a 90 millas de distancia. Era un desafío mítico, que en
poco tiempo hubiera debido replicarse por todas partes. Rara vez se ha asistido
a una epidemia de optimismo político como esa. La retórica revolucionaria
prendió tanto en aquellos que se veían a sí mismos como héroes no inferiores a
los de la Independencia, como en aquellos que habían sido entrenados
profesional e ideológicamente, para impedir que nada parecido prosperara.
Represión militar años `70 |
Agotadas todas las instancias de mecanismo constitucionales,
superada la posibilidad de rectificaciones dentro del marco de las
instituciones y demostrada en forma irrefutable la imposibilidad de la
recuperación del proceso por vías naturales, llega a su término una situación
que agravia a la Nación y compromete su futuro. (…) Las Fuerzas Armadas, en
cumplimiento de una obligación irrenunciable, han asumido la conducción del
Estado. Una obligación que surge de serenas meditaciones sobre las
consecuencias irreparables que podía tener sobre el destino de la Nación una
actitud distinta a la adoptada. (Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera,
Orlando Ramón Agosti: Programa del 24 de marzo de 1976)
Manifestación de Abuelas de Plaza de Mayo, 1980 |
[El Presidente] Alfonsín está a medio camino entre el
izquierdista rabioso, que sospecha que algo hay que cambiar, y el izquierdista
europeo, que sabe que entre Estados Unidos y Rusia y algunos elementos
posconciliares se está edificando una nueva legitimidad, esa de los derechos
humanos, de la permisividad, del destape y del pluralismo. Alfonsín, que reúne
en su lo peor de nuestra historia, nos traerá la civilización (…) que quiere
decir modernización, esto es: desacralización y desorden. (Editorial de Cabildo:
Los “rebusques” de la izquierda criolla)
George Orwell: Rebelión la Granja |
El resultado de predicar doctrinas totalitarias es debilitar el
instinto por medio del cual los pueblos libres saben lo que es o no es
peligroso. (George Orwell: Rebelón en la Granja)
Guerra de las Malvinas: Portada de Gente, 1982 |
Un fenómeno de desensibilización se ha ido
definiendo en los sectores más opuestos de la sociedad nacional. El
clientelismo se ha vuelto un derecho adquirido, cuyo ejercicio se reclama sin
pudor, en lugar de ser mostrado como una deformación de la democracia. La
corrupción, que viene desde los tiempos de la colonia y fue adaptándose a las
modas y mentalidades más opuestas, no tiene suficientes adversarios que la
detengan. La búsqueda del placer inmediato, paralelo al desprestigio del
trabajo y todo aquello que requiera esfuerzo, autoriza cualquier decisión. Tras
haber perdido la fe en las instituciones, los jóvenes pueden ver hoy como
válida la posibilidad de ejercer justicia por mano propia. Crece el armamento
en poder de ciudadanos comunes, que al portarlo confían defenderse de ataques
cada vez más violentos, o aprovechan la oportunidad de hacer valer la Ley de la
Selva. Cualquier grupo humano capaz de organizarse, toma por rehén al resto de
la comunidad, con el objeto de hacer más atendibles sus puntos de vista. Las
redes sociales se han convertido en el espacio propicio para mentir o agredir a
quien se cruce en el camino. La lucha por el poder se ha generalizado y
liberado de reglas. En cuanto al discurso altisonante (o seductor, de acuerdo a
la perspectiva de quien lo oiga) de los nuevos Salvadores de la Patria, eso no
ha cambiado tanto y no cuesta reconocer lo que omite decir, hoy o ayer.
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