miércoles, 15 de febrero de 2017

De ayer a hoy (II): Tapar el sol con un dedo y reinventar la realidad



En mi línea de trabajo, tienes que seguir repitiendo las cosas una vez y otra, para que la verdad penetre, en una especie de catapulta de propaganda. (George W. Busch)

Fanny Navarro en anuncio de jabón Lux
Siempre resulta infructuoso, de acuerdo a la sabiduría popular el proyecto de tapar el sol con un dedo. Quienes lo intentan van a fracasar más temprano que tarde, pero entretanto no encuentran nada mejor para defender sus puntos de vista y eso les asegura no pocas ventajas a corto plazo, que es todo lo que suele importarles. Afirmar, como la publicidad de mediados del siglo XX, que nueve de cada diez estrellas de cine usaban el jabón Lux, era indemostrable, pero también era imposible de rebatir. ¿Dónde estaban las evidencias en un sentido u otro? Lo mismo podía decirse de “Mejor mejora Mejoral” o “Coca-Cola refresca mejor”. Después de repetirse (inalterados) en la prensa gráfica y la radio, estos slogans eran aceptados como ciertos o al menos desalentaban cualquier intento de discutirlos, porque no se los modificaría. La publicidad no estaba sola en esa tentativa de reinventar la realidad para utilizarla en su beneficio.
Botón Eisenshower
El discurso político intentaba lo mismo a mediados del siglo XX. El lingüista Roman Jakobson analizó en los EEUU de entonces, la eficacia del slogan creado para la campaña presidencial de 1952 de Dwight Eisenhower (I like Ike) basado no tanto en la aprobación que pudiera suscitar el historial del candidato, como en la triple repetición (aliteración, de acuerdo a la Retórica) del fonema /ai/. Se trata de un mecanismo carente de contenido, que sin embargo permite memorizar el nombre y crear una ilusoria sensación de familiaridad con el personaje: si se lo puede llamar por el apodo, si la propuesta se canta en un jingle de la televisión, ¿cómo evitar percibir a Eisenhower como alguien cercano, confiable, digno de ser votado?
Afiche nacionalización FFCC
Raúl Apold, Subsecretario de Informaciones y Prensa de los dos primeros gobiernos peronistas, acuñó el slogan “Perón cumple, Evita dignifica”, reproducido incansablemente durante una década, que no puede ser evaluado como una falacia, porque se trata más bien de un paralelismo retórico, donde se sugiere la complementación ideal, carente de conflictos y sin embargo jerarquizada, no redundante, entre dos personajes y dos competencias distintas. Lo novedoso para la época, es que la mujer fuera incluida a la par del marido. No estaba al margen del hombre público, pero tampoco tenía prioridad sobre él.
La brevedad del enunciado dejaba librada al receptor la responsabilidad de aplicarlo a la realidad (¿qué promesas cumpliría Perón, qué situaciones oprobiosas dignificaría Evita?) sin comprometer la credibilidad del emisor, que implícitamente reclamaba la aceptación de su discurso. No hace falta incluir a nadie más, ajeno a la pareja, alguien que posteriormente pudiera adquirir demasiada relevancia propia (y estorbar) o convertirse en un traidor. Otros slogans atribuidos a Apold fueron: “En la Nueva Argentina los únicos privilegiados son los niños”, “Evita, la abanderada de los humildes” e incluso la frase que todas las radios repetían diariamente: “20:25, hora en que Eva Perón pasó a la inmortalidad” (cuando en la realidad había ocurrido a las 20:23, un dato que se juzgó más difícil de recordar).
Héctor J.Cartier: Retrato de Eva Perón
Apold lograba destacar los datos que favorecían al régimen que servía y ocultar aquellos que podían desgastarlo. Él retiró en 1948 todas las fotos de Eva Duarte previas a su encuentro con Perón (donde aparecía con otro color de pelo, otros peinados y vestuario) para dejar en pie la imagen resplandeciente, perfecta, vestida por Christian Dior y retratada por mi maestro, Héctor Cartier, el ícono que iba a recibir la posteridad. Apold concibió la idea de organizar la Fundación Eva Perón y su imponente actividad benéfica. En 1952, él fue encargado de informar a los medios sobre una ilusoria mejoría de salud de Eva Perón, y luego quien organizó su funeral espectacular, filmado en Technicolor por un equipo de la 20th Century Fox contratado en los EEUU.
La televisión no había desarrollado aún el formidable acompañamiento persuasivo de la audiencia nacional que adquirió más tarde, pero el cine ofrecía desde sus inicios simulacros de la realidad altamente verosímiles, que solicitaban ser aceptados sin cuestionamientos. Barrio Gris, la película de Mario Soffici, comenzaba estableciendo un paralelo entre la feliz Nueva Argentina del presente, donde los niños jugaban en plazas construidas para ellos, y el país del cohecho y la miseria que había sido superado definitivamente. Las aguas bajan turbias, de Hugo del Carril, producida a pesar de la oposición de Apold al autor de la novela, encarcelado por comunista, se ambientaba en un pasado de explotación e injusticia, en las plantaciones de yerba mate del norte del país, con una pareja protagónica que en el final escapaba en una balsa de la masacre, no solo hacia el sur, sino hacia el futuro de Justicia Social prometido por el peronismo.
El régimen ejerció un enorme presión sobre la industria cinematográfica, a la que concedía o negaba los permisos para importar película virgen, mientras le aseguraba exhibición obligatoria en las salas o le imponía las listas de negras de artistas nacionales como Ulyses Petit de Murat, Libertad Lamarque, Francisco Petrone, Delia Garcés, Arturo García Buhr o Niní Marshall, a quienes por distintos motivo se les negaba la posibilidad de trabajar en el país y se vieron obligados a emigrar (tal como le sucedió treinta años más tarde Norma Aleandro, Nacha Guevara, Héctor Alterio, Mercedes Sosa, Antonio Berni y otros integrantes de las listas negras de los militares).
La industria del cine no se rebelaba contra estas presiones, pero tampoco dejaba satisfecho al régimen peronista. Los melodramas y las comedias costumbristas no denunciaban los conflictos de la sociedad y soslayaban la propaganda política. Las notas del noticiario Sucesos Argentinos podían ser esquemáticas y breves, pero esas limitaciones inocultables les permitían respetar las directivas oficiales y llegar todas las semanas a la audiencia. La recepción que se daba a los noticieros en la oscuridad de las salas de cine era otra cosa. El abucheo de algunos espectadores, se combinaba con los aplausos de otros, cuando la pantalla mostraba a las figuras destacadas del gobierno, sonriendo en sempiternas inauguraciones, mientras los acomodadores intentaban calmar el desorden con el haz de luz de sus linternas. La brecha ideológica de la que tanto se habló medios siglo después. ya se estaba manifestando de manera inequívoca.
Libro de lectura de enseñanza primaria (años `40)
Los medios audiovisuales otorgan una ilusión de inmediatez y familiaridad, que facilita el aislamiento de los receptores, para volverlos dependientes de unos pocos emisores distantes e inalcanzables. ¡Cuántas evidencias (y qué amenazantes) se han acumulado sobre esos mecanismos de manipulación en la cultura de la modernidad! Las tendencias al control de la mente de los individuos que estaban perfectamente definidas hace un siglo, no se han debilitado en la actualidad. Más bien ha ocurrido lo contrario, porque los medios que se disponen hoy para seducir a millones de personas que no se oponen a ser seducidas, son cada vez más eficaces.
Prisioneros de campo de concentración nazi
Para los fanáticos del nazismo, el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial habría sido una invención de los judíos para descreditar a los alemanes. Hay quienes se encuentran convencidos hasta la fecha de que el hombre nunca llegó a la Luna y todo lo que presenciaron en directo millones de telespectadores en 1969, no pasó de ser un filme de efectos especiales elaborado en un estudios de Hollywood. Hay quienes se encuentran convencidos de que un OVNI aterrizó en 1947 en Roswell, y hasta la fecha el Pentágono ha insistido en ocultarlo, quién sabe por qué.
Hay quienes sostienen que Carlos Gardel no murió en Medellín, que Adolf Hitler huyó con Eva Braun hacia Sudamérica, mientras el mundo lo creía suicidado e incinerado en Berlin; que Elvis Presley adoptó el nombre de John Burrows y escapó hacia Buenos Aires cuando se difundía la noticia de su muerte; que Michael Jackson asistió a su propio funeral disfrazado de mujer. Las muertes de Marilyn Monroe y Diana de Gales, no serían un suicidio y un accidente respectivamente, sino crímenes encubiertos por los servicios secretos. Discutir con los sostenedores de esas ideas no vale la pena, porque ellos tienen preparadas las respuestas para todas las evidencias que se opongan a sus hipótesis y contemplan hasta con lástima a los incrédulos que no comparten su precioso conocimiento.

Los jefes totalitarios de masas basaron su propaganda en la correcta suposición psicológica de que (…) uno podía hacer creer a la gente las más fantásticas declaraciones y confiar en que, si al día siguiente recibía prueba irrefutable de su falsedad, esa misma gente se refugiaría en el cinismo. En lugar de abandonar a los líderes que le habían mentido, aseguraría que siempre había creído que tal declaración era una mentira y admiraría a los líderes por su superior habilidad táctica. (Hannah Arendt: Los orígenes del totalitarismo)

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