Frances Farmer |
Bajo circunstancias parecidas, Paramount, el estudio
que la tenía contratada por siete años, hubiera silenciado la situación. La prensa de la cadena Hearst, en cambio,
donde Louella Parsons publicaba una columna de chismes desde hacía veinte años,
decidió explotar el anticomunismo de su audiencia, consiguió que Farmer fuera
juzgada y se le ofreciera la posibilidad de una rehabilitación en una clínica
siquiátrica, donde la sometieron a electroshocks y una lobotomía.
Generalmente obtengo mis datos de gente que prometió a alguien
que lo mantendria en secreto. (Walter Winchell)
De acuerdo a Winchell, la lectura de la columna de
chismes demuestra que el informante violó su promesa y el periodista se ampara
en el secreto profesional para protegerlo. Si el periodista puede ser mal
evaluado por revelar intimidades capaces de molestar a alguien, ¿qué decir de
quienes le suministraron el dato, quienesquiera sean? ¿Qué decir incluso de
aquellos que acuden a la columna periodística, al programa de radio o
televisión donde esos datos se exponen habitualmente, con el único objeto de
entretenerse? Un enorme círculo de complicidades se ha definido en torno al
chimento.
Cuando se revisan las páginas de las revistas de espectáculos
de hace cinco a siete décadas, se tiene la impresión de asistir a un banquete
soso y poco variado. Los periodistas no exponen un repertorio de noticias muy
atractivo, ni analizan las circunstancias con suficiente profundidad. Solo tratan
de generar asombro en sus lectores, admiración por los astros que ellos dicen
frecuentar profesionalmente y respecto
de los cuales demuestran la misma actitud idólatra (si se prefiere,
consumidora) que demandan de los lectores.
Robert De Niro en The King of Comedy |
Lucille Ball y Orson Welles en I Love Lucy |
Si la gente las seguía semana a semana, gracias a un
nuevo medio que permitía una intensidad de la proyección-identificación solo
igualada anteriormente por la radio ¿podía ser que fuera para detestarlas o
aburrirse con ellas? Para Lucy y Ethel era fácil gozar de la cercanía de sus
ídolos, aunque inevitablemente fracasaran en sus intentos de incorporarse al
universo de la farándula, como estaba destinado a sucederle a su audiencia.
El chisme de hoy es el titular de mañana. (Walter Winchell)
Louella Parsons |
La frontera entre periodismo serio y periodismo de
espectáculo no se encuentra demasiado marcada en el pasado. Tampoco la
existente entre el lector o espectador capaz de contextualizar la información
que recibe los medios, para tomar decisiones que marcan su vida y aquel que
solo quiere entretenerse con personajes y situaciones que en unos casos
reprueba y en otros envidia, pero no se molesta en conocer.
El descubrimiento de [la columnista] Louella Parsons es tan
simple como demoníaco: la intimidad, lo más secreto de lo secreto, lo
vergonzoso, hace que la cotidianidad de las vidas ordinarias adquiera puntualmente
relevancia. (Truman Capote)
Cholula |
Ellas conocían la rutina del ambiente del cine, el teatro y la radio. Con el tiempo se fueron ganado la confianza de los artistas que admiraban sin asediarlos, y con esas credenciales de coleccionistas, acudieron a los medios, donde pasaron a convertirse en periodistas de farándula. No prometían demasiada objetividad, porque todo aquello que pusiera en duda la imagen pública de los astros sería filtrado y silenciado.
Ellas no iban a confrontar fuentes para descubrir lo que pudiera ocultarse, con tal no perder el privilegio de recibir sin intermediarios la palabra de las figuras que admiraban y no dudarían en reproducir.
Ellas estaban resueltas a operar como agentes de prensa (¿gratuitas o remuneradas?) de los artistas nacionales elevados a la categoría de ídolos.
En el pasado, la reliquia era el objeto empleado por
una figura admirable (también podían ser partes de su cuerpo) que los
seguidores atesoraban como demostración de su permanencia espiritual, a pesar de
una inocultable ausencia.
Coleccionar firmas, aunque solo se tratara de la huella de un sello de goma impreso sobre una foto reproducida miles de veces por los encargados de los Departamentos de Prensa de los grandes estudios, era la actividad consoladora, que intentaba satisfacer una demanda colectiva de contacto con el ídolo, similar a la que muestran hoy los coleccionistas de selfies. Había (hay) que testimoniar que al menos en alguna oportunidad ese integrante anónimo de la audiencia masiva mantuvo algún tipo de contacto con la celebridad y obtuvo de ella una prueba que puede mostrar al mundo. Si ese testimonio tenía una dedicatoria personalizada, bien. Si no, bastaba con algo que otro admirador no tuviera. O incluso menos: el dato recibido en el hogar, en la pantalla del teléfono móvil, que permitiera acceder a la intimidad del personaje admirado.
Tumba de Elvis Presley en Graceland |
Coleccionar firmas, aunque solo se tratara de la huella de un sello de goma impreso sobre una foto reproducida miles de veces por los encargados de los Departamentos de Prensa de los grandes estudios, era la actividad consoladora, que intentaba satisfacer una demanda colectiva de contacto con el ídolo, similar a la que muestran hoy los coleccionistas de selfies. Había (hay) que testimoniar que al menos en alguna oportunidad ese integrante anónimo de la audiencia masiva mantuvo algún tipo de contacto con la celebridad y obtuvo de ella una prueba que puede mostrar al mundo. Si ese testimonio tenía una dedicatoria personalizada, bien. Si no, bastaba con algo que otro admirador no tuviera. O incluso menos: el dato recibido en el hogar, en la pantalla del teléfono móvil, que permitiera acceder a la intimidad del personaje admirado.
[El chimento] no tenía la maldad de hoy ni soñando. Era todo con mucho
respeto. Cuando hablábamos de romances, era porque estaban ya confirmados. Yo
sabía muchas cosas privadas que no publicaba. Muchos curiosos me preguntaban por
tal o cuál y yo les decía que no estaba debajo de la cama de los artistas para
contestar. (…) No tiene sentido estar buscándole a la gente los defectos, como
si uno no los tuviera. (…) La gente no quería saber tanto. Se conformaban con
conocer pavadas de una persona tan hermética. Todos respetaban al otro. (Adela
Montes)
El chimento ocupa un espacio que en el pasado
hubiera debido corresponder a la noticia, suministrando información sobre
circunstancias irrelevantes referidas a personajes notorios de la actualidad. Se
trata de aquellos que los medios han promovido precisamente para que se
justifique hablar de ellos, no importa qué, alimentando los programas de
farándula y accediendo no pocas veces a los noticieros. Los reality shows se han encargado de
convocar una audiencia masiva con la promesa de mostrar todo lo que el común de
la gente ocultaría, por pudor o simple conciencia de su insignificancia,
captado por una infinidad de cámaras, las 24 horas del día.
En el pasado, el robo de joyas denunciado por una
actriz daba lugar a una nota de Radiolandia o Antena. Que eso hubiera ocurrido
(o al menos que se difundiera el dato) venía a corroborar: a) que la figura del
espectáculo era adinerada y poseía objetos de valor que podía justificar el
delito; b) que ese personaje debía superar circunstancias lamentables, similares
a las de sus admiradores; c) que seguía en este mundo, aunque no estuviera
trabajando en algún nuevo proyecto. Los periodistas, gracias a la adopción de
un estilo coloquial, colaboraban con la carrera del personaje aludido, intermediando
para que sus admiradores no lo olvidaran.
Dicen que soy la precursora de los chimentos en televisión, pero
lo que hacía distaba mucho de lo que se hace ahora. La gran diferencia es que,
en mi caso, no importaba tanto qué decía, sino cómo lo decía. Yo me preocupé
por marcar un estilo. Mi éxito radicó en la manera de contar: sin golpes bajos,
sin invadir la privacidad del otro, sin lastimar, informando, con un tono
coloquial, como de vecina. (Valentina Gestro de Pozzo)
Marylin Monroe bailando con Truman Capote |
Iba a los estrenos, a las filmaciones, veía cómo se comportaban
los famosos, cómo se vestían, pero me quedaba con lo que hacían públicamente.
Jamás me metí en camas ajenas, como hacen ahora. Nunca tuve relaciones de
amistad con los actores. (…) Yo hablaba para el público. (Valentina Gestro de
Pozzo)
El voyeurismo fomentado por los medios deja de
plantear dilemas éticos a la audiencia, al presentar su asedio (evidente,
molesto, incluso sancionado por la Ley, en el caso de los paparazzi) como una
rutina de acoso consentido, pagado y sobre todo premiado por el hallazgo de la
información que pretendía ocultarse. Conseguir el dato esquivo se convierte en
un deporte apasionante, que otorga notoriedad y cercanía al comunicador que se
lo entrega a cada integrante de la audiencia. El informador es un amigo anónimo
(en el caso de Mendy o la tía Valentina, es una amiga inmanejable, chismosa)
que se encuentra calificado para recopilar y difundir información, gracias a su
habilidad para ser aceptado en los territorios de difícil acceso donde la
información se da.
Julio Korn, propietario de Radiolandia, define al
destinatario más probable de su publicación:
En la Argentina, las revistas siempre fueron el costado
superfluo del periodismo, salvo para las mujeres y ellas son las que directa o
indirectamente las compran en el 99% de los casos. Este convencimiento ha
influido para que casi todas mis revistas vayan dedicadas a la mujer. (Julio
Korn)
El chimento, al estar disponible en la prensa
gráfica o audiovisual, aprovechando la notoriedad que suministran los medios a
los personajes que escoge como protagonistas, impide de algún modo que la
información relevante de actualidad reclame la atención de lector o espectador.
El espacio desmedido que se le concede a los datos de la vida privada, gracias
los circunloquios y redundancias que emplea, hace que el destinatario del
discurso tenga la impresión de haber sido informado, tal como el consumidor de
comida chatarra tiene la impresión de ser alimentado.
Durante los últimos años, el chimento televisivo ha
devenido en panel de opinólogos (neologismo que subraya la precariedad de la
información que suministran, en detrimento del punto de vista informado de
alguna supuesta autoridad). Los integrantes narran y evalúan la actualidad
desde sus opuestos puntos de vista. Parecen elegidos para representar la
diversidad de criterios de la audiencia, antes que su capacidad personal para
investigar la actualidad.
Lo que cambió más del periodismo de espectáculos en los últimos
tiempos, es que hay un mayor seguimiento de las vidas privadas, que de la
crítica a una película, a una obra de teatro o a un programa de televisión.
Antes el periodismo de espectáculos apuntaba más a la faceta pública de la
persona y ahora creo que se apunta más a la vida privada de la celebrity. (…) La celebrity ha reemplazado a la actriz, al actor, al conductor, al
periodista. (Fabián Doman)
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