viernes, 29 de agosto de 2014

Música y músicos de burdel (I): El Río de La Plata


La música popular no alardea de un origen palaciego o religioso, como sucede a veces con la música culta. Es lo que ha llegado a ser, porque el común de la gente la oye, la tararea, la recuerda, la ejecuta, la baila durante los momentos de ocio. Se afirma que el jazz nació en los prostíbulos de New Orleans. Algo parecido habría ocurrido con el bolero en el Caribe y el tango en Buenos Aires. Cuando esa música se impone, la oscuridad del origen se convierte en indicio de su vitalidad  y deja de avergonzar a quienes la elaboran, tanto como a quienes la disfrutan.

Este es el tango, canción de Buenos Aires / nacido en el suburbio que hoy reina en todo el mundo / este es el tango que llevo muy profundo / clavado en lo más hondo del criollo corazón. (Orestes Cúfaro, Azucena Maizani y Manuel Romero: La canción de Buenos Aires)

El tango tiene más de un siglo de existencia, lapso durante el cual ha pasado desde su aparición en bares y casas de prostitución de los suburbios, cuando carecía de letra y los títulos rendían homenaje a las administradoras de los lenocinios (Joaquina, La Vasca) aludían reiteradamente a la sexualidad (Siete pulgadas, Dos sin sacarla, Qué polvo con tanto viento, El choclo, ¿Con qué tropieza que no dentra?) hasta ganarse la aceptación que le brindaron el teatro, la radio y el cine desde los años ´20 a ´50, cuando sedujo a todos los sectores sociales, contando historias que reciclaban tópicos fundamentales del melodrama.

Estercita / hoy te llaman Milonguita / flor de noche y de placer / flor de lujo y cabaret. / Milonguita / los hombres te han hecho mal / y hoy darías toda tu alma / por vestirte de percal. (Enrique Delfino y Samuel Linning)

El bandoneonista Eduardo Arolas, lo mismo que el violinista Casimiro Alcorta, ambos músicos profesionales, habrían sido también empresarios de la prostitución. Sus piezas fueron ejecutadas en lo que se denominaban academias de baile, piringundines y cabarets, donde a pesar de incluir todavía a mujeres que cobraban por su compañía en las mesas o pistas, progresivamente se iba dejando atrás ese pasado marginal. Prueba de ello es la reescritura de la letra de tango con referencias sexuales explícitas, como es el caso de Cara Sucia, que antes nombraba los genitales femeninos y hubiera sido irreproducible fuera de la atmósfera permisiva de un burdel.
Los músicos de tango alcanzaron la notoriedad que brindaban las ventas de partituras y discos, quelos alentaron a pasar de los tríos de violín, guitarra y bandoneón, a la formación de grandes orquestas, que requerían orquestaciones más complejas y el afianzamiento de cantantes famosos, que llegaban a todo el país gracias a los programas radiales. El Glostora Tango Club, por ejemplo, era difundido de lunes a viernes, a la hora de la hora de la cena, a mediados del siglo XX, antes del radioteatro Los Pérez García, que representaba a la familia típica argentina.
Gracias a los nuevos medios, los tangos eran escuchados en los hogares, donde las familias los aceptaban, olvidando la obscenidad de los primeros títulos y la incorrección lingüística de sus letras. El tango se bailaba, permitía un contacto físico de las parejas que no era nuevo (por esa misma razón los moralistas habían rechazado el vals un siglo antes). La coreografía justificaba una exhibición musicalizada y versificada del dominio ejercido por el hombre, sobre una mujer que no tenía más alternativas que secundarlo.
La posibilidad de satisfacer deseos tan elementales como esos, no impidió que el tango fuera quedando en el olvido a partir de los años ´60, época en que los integrantes de las parejas comenzaron a bailar separados, sin que ninguno prevaleciera sobre el otro, no obstante lo cual el tango renació como una expresión cultural respetada, al acercarse el siglo XX.
Entre 1875 y 1936, mientras ocurría un acelerado proceso de inmigración, que desequilibró la proporción entre hombres y mujeres, dejando a un alto número de solteros, en Argentina se intentó reglamentar el ejercicio de la prostitución, para someterla a condiciones que permitieran evitar daños mayores.

Como vos, muchas mujeres, engañadas que llegaron / y que como vos soñaron un edén artificial / hoy son flores deshojadas, sin amor, hogar ni ritmo / pasionarias del abismo por un caften criminal. (Francisco Pracánico y Luis Rubinstein: El Camino de Buenos Aires)

Los burdeles debían inscribirse para que se los fiscalizara, las personas involucradas en el oficio debían someterse a periódicas revisiones médicas, que se anotaban en una Libreta de Trabajo sellada y rubricada en la Comisaría. Aunque el poder que se entregaba a la policía local era excesivo, porque facilitaba la corrupción, sin mejorar el control sanitario, el sistema se mantuvo durante seis décadas.
En los prostíbulos podían organizarse bailes en días y horarios permitidos por la autoridad, pero estaba prohibida la asistencia de menores de edad y el porte de armas. La posibilidad de disfrazarse estaba aceptada, siempre y cuando no se intentara ridiculizar a la religión, las fuerzas armadas o se cambiara de sexo.
La ejecución de música popular en ciertos locales visitados exclusivamente por clientes masculinos, era puesta bajo sospecha. Convocaba a una concurrencia deseosa de alcohol, juegos de azar y a cierta clase de mujeres dispuestas a hacer todo aquello que les fuera remunerado, con el objeto de volver la rutina de los asistentes, menos penosa de lo que solía ser.
Esas mujeres que sobreviven de una profesión a la que son arrastrada por la falta de oportunidades, son destinatarias de muchas de las quejas del tango. Ellas han caído (no es probable que por su exclusiva iniciativa) en lugar de morirse de hambre, barriendo la casa y preparando el mate, como planteaban los roles tradicionales asignados a los géneros, a la espera de un hombre que recuerde su existencia, se apiade y las proteja.

Vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente / berretines de bacana que tenías en la mente / desde el día que un magnate cajetilla te afiló. / Yo recuerdo, no tenías casi nada que ponerte / hoy usás ajuar de seda con rositas rococó / ¡Me revienta tu presencia, pagaría por no verte / si hasta el nombre te han cambiado, como has cambiado de suerte / ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot. (José Ricardo, Carlos Gardel y Celedonio Flores; Margot)

En algunos lugares de diversión reservados para los hombres, las mujeres se limitaban a poner los rollos de música de las pianolas, como hicieron más tarde con los discos de 78 rpm de las victrolas. A veces, ellas subían a un escenario para cantar canciones de moda o participar en orquestas de señoritas. Su participación podía limitarse a servir bebidas alcohólicas a los clientes u ofrecerse como parejas de baile a las que se pagaba con fichas. En todos los casos, podía sospecharse, ellas se exhibían para estimular la posterior demanda carnal de la clientela, que era el consumo más oneroso.

La pianola picaba los rollos de los tangos. / El cine picaresco iba horneando el ambiente / Y del patio llegaba una copla indecente / En la voz de un cantor de malevo arremangao. (Enrique Cadícamo: El farol colorado)

El tango se refiere a los personajes de un ambiente marginal, que bordea la delincuencia, utilizando el lunfardo, una jerga producto de la coexistencia de inmigrantes de muy diverso origen, que no dominan la lengua oficial del nuevo país, ni han pasado por la escuela donde se la sistematiza, por lo que se aferran a vestigios de la lengua del país que dejaron.

Hoy sos toda una bacana / la vida te ríe y canta / los morlacos del otario / los tirás a la marchanta / como juega el gato maula / con el mísero ratón. (Carlos Gardel, José Razzano y Celedonio Flores: Mano a mano)

Los café-concerts que habían proliferado hacia el fin del siglo XIX y a continuación los Cafés de Figurantas que surgieron durante las primeras décadas del siglo XX, recibieron la misma condena de los sectores tradicionales de la sociedad argentina. Encubrían algo menos inocente, escandalizaban a los vecinos, esquilmaban los bolsillos masculinos, contagiaban enfermedades venéreas de horribles consecuencias, como la muerte del poeta Pascual Contursi, víctima de la sífilis. La lucha contra el vicio era la causa sagrada de las mujeres decentes, pero se trataba de una guerra siempre perdida, siempre vuelta a reiniciar.

El progreso va cerrando uno a uno sus ojos con el candente hierro profiláctico. (…) Aún cantan sus viejas losas, la canción de los pasos sin sentido. (…) Pronto serás el Cafetín (…) de las noches antiburguesas, de las noches noctámbulas, de las noches mojadas en el amargor de la cerveza y en el agricultor del amor cotizable, único amor sin trampas que va quedando a los hombres. (…) En una especie de palco situado frente a la puerta, entre guirnaldas y bombitas polícromas, alborota la orquesta. Y en medio de esa bara[u]nda estridente y brillante, unas mujeres pálidas, flácidas, ojerosas, son las flores marchitas del jardín del pecado. (Luis Echevarría: “El Café de las figurantas”)

Héctor Basaldúa: Salón de tango
En 1934 se ordenó el cierre  de los prostíbulos de Buenos Aires, que eran centenares y daban sustento a miles de personas. A partir de 1936, bajo un gobierno surgido de comicios fraudulentos, que intentaba complacer las demandas más conservadoras de la sociedad, la óptica oficial se uniformó: había que terminar con la prostitución y todo aquello que la recordara. No solo los burdeles fueron cerrados. También la letra de los tangos se adecentó por decreto, mediante la reescritura minuciosa, con el objeto de no ofender más a la sensibilidad oficial, cada vez que el tango se ejecutaba en la radio.

El tango, ese reptil de lupanar (…) destinado solamente a acompasar el meneo provocativo. (Leopoldo Lugones: El Payador)

El tango recibía el desprecio de quienes habían asumido el poder por la fuerza y el fraude, por lo que podían darse el lujo de imponer sus criterios, despreocupándose de la opinión mayoritario. El lunfardo quedó erradicado de los medios de comunicación  y las escuelas. Si se privilegiaba el folclore  y se lo entendía como lo auténtico de la nación, era porque se lo expurgaba de todo aquello que aludiera a conflictos o se apartara de la norma lingüística.

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