sábado, 2 de octubre de 2010

Marginaciones e integración: los discapacitados

Lenguaje gestual napolitano
Nacer con alguna discapacidad en la primera mitad del siglo XX, era quedar condenado a la categoría de vergüenza familiar, que se mostraba lo menos posible y daba lugar a todo tipo de especulaciones sobre la herencia genética del grupo. No eran pocos los que tenían un opa en la familia. Utilizar una palabra parecida, quedaba en evidencia el rechazo. Lo mismo hubiera ocurrido con un enano o un jorobado. Algo anormal ocurría en el interior de ese grupo humano, que aconsejaba distanciarse de ellos, o al menos no hablar del tema (como plantea el título del cuento de Julio Llinás y el filme de María Luisa Bemberg que lo adaptó), para no herirlos señalando algo que por obvio uno pasa por alto.
Casi daba lo mismo que la discapacidad fuera física o mental, porque de todos modos aislaba a quien la sufría y contagiaba a quienes se encontraban cerca. Una tía de mi madre, Rita R., había parido tres hijos. Dos eran atractivos e inteligentes. Se casaron, tuvieron hijos, trabajaban en oficios que les permitían sostenerse y nada parecía enturbiar sus vidas. El tercero, en cambio, era el tonto de la familia. Nunca aprendió a hablar y se expresaba mediante gestos desacompasados y quejidos. Siempre se lo veía en el jardín, junto a la puerta de la casa, impedido de salir a la calle y desesperado por comunicar quién sabe qué, a cualquiera que pasara por la vereda. Los niños le temían y los adultos lo saludaban con la mano, pero no se acercaban.
La tía Rita era una figura doliente, la viva imagen de la resignación. No recuerdo haberla oído quejarse de su situación. Solo esperaba morir después que su hijo discapacitado, para no dejarle esa carga a sus otros hijos y nueras. Alguna vez oí una explicación sobre las circunstancias que habían permitido la existencia del vociferante. Rita y s7u marido eran primos hermanos. Habían tenido que solicitar una dispensa eclesiástica para casarse. La consanguinidad de una pareja era un factor peligroso para su descendencia. Los hijos nacían a veces con problemas.
Algo parecido pasaba en la familia de mi abuela paterna. No nos gustaba visitarlos, porque allí estaba el primo Fito, que era un joven de edad imprecisa, muy delgado, más descolorido que rubio, extremadamente limpio, que se reía por cualquier cosa y nunca se separaba demasiado de su madre. Él hablaba con una vocecita nasal e indecisa, que no llegaba a terminar ninguna frase que comenzaba. Era afectuoso con los niños, quería tocarnos el hombro, una, dos, tres veces, sin el menor motivo o quizás para llamarnos la atención, aunque después no se le ocurriera nada. No debíamos permitirle que nos tocara, nos habían advertido los mayores, sin explicarnos el motivo.
Eran desconcertantes esos dos adultos (uno vociferante y el otro el de las risitas) que vivían como niños irresponsables, cometiendo pequeñas infracciones que nadie aparentaba notar, protegidos por sus padres, ni cuerdos ni locos, imposibles de clasificar.
A comienzos de los años ´50 conocí a los mellizos P., hijos del mecánico del barrio. Eran recién llegados, alegres y resultaban imposibles de ignorar. Se movían tan rápidos y sincronizados, que mareaban. Eran idénticos en la ropa, en el corte de pelo, aunque se diferenciaran en detalles que los padres advertían pero el resto del mundo no, andaban siempre juntos y habían nacido sordos.
Su padre los mandaba a un internado fuera de San Pedro, en el que estaban aprendiendo a hablar, con esas voces desentonadas que adquieren los sordos y una variedad tal de señas de las manos, que distraían. Algo había cambiado y no parecía necesario compadecerse de ellos, que hacían preguntas (aunque costara entenderles), a veces los dos al mismo tiempo y no se quedaban encerrados en su casa. La gente no se resignaba a las desgracias inexplicables. Trataba de superarlas. El padre de los mellizos andaba todo el tiempo con ellos, que circulaban por el taller mecánico, ayudando aquí o allá, dialogando todo el tiempo a su manera. A la distancia, advierto que envidiaba su libertad y la comunicación fluida que imperaba en la familia.

1 comentario:

  1. ALGUNOS DE LOS QUE VOS NOMBRAS YO TAMBIEN LOS CONOCI Y TRATE,PERO GRACIAS A DIOS ESTAS ,DIFICULTADES YA NO SON TAN ASI ,AHORA ESTAN LAS ESCUELAS ESPECIALES QUE SE PUEDE ESTIMULAR DESDE CHICO Y ALGUNAS DE LAS CARENCIAS SE PUEDEN SUPERAR ,NO HAY TANTA NECESIDAD DE TENER A ESTOS SERES ENCERRADOS Y SIENDO UNA CARGA PARA LA FAMILIA.
    lOS MELLIZOS QUE HACES REFERENCIA SE CASARON Y TUVIERON HIJOS UNO YA HA FALLECIDO ,SUS HIJOS FUERON NORMALES
    uN CARIÑO
    sUSANA

    ResponderEliminar